El Periódico de la Adopción

Año XIII, NÚMERO 166 JUNIO 2017

Publicación patrocinada por ADOPTANTIS
Centro de información, preparación y apoyo a la adopción.

ADOPTANTIS está integrado por un equipo de profesionales con gran experiencia en el campo de la adopción, compuesto por: Psicólogos; Trabajadores Sociales; Asesores Legales y Consultores Médicos. Dirección: Lila Parrondo
Domicilio:Costa Rica, 36,Local Posterior 28016 MADRID
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Editorial

La información sobre la adopción y el acogimiento en nuestras comunidades autónomas completan este número que esperamos resulte de vuestro interés.

El equipo de redacción

En la Web

Hemos incorporado nuevos artículos en la Web que creemos pueden resultar de interés para familias y profesionales. Os invitamos a visitarla.www.adoptantis.org

Las últimas actualizaciones:

  • Importancia de los trastornos de apego en niños adoptados

    La mayoría de las personas creen que adoptar un hijo es lo mismo que tenerlo de manera biológica. Que no hay diferencia, más allá de su origen o raza. Pero que si se le coge muy chiquitito y se le quiere mucho, se va a dar una relación y un vínculo estupendos con ella o él. Y que su historia anterior no cuenta para nada, pues ya la habrá olvidado… ¡cómo era tan pequeño! ¡Que esté sano es lo fundamental!

    Que en todo caso son los niños y niñas adoptados mayores, los que pueden traer “una mochila bien repleta” que sí puede dar algún problema; pero con paciencia y amor…todo se cura y que no habrá mayor problema.

    Lo cierto es que podríamos generalizar que todos los niños y niñas adoptados tienen algún tipo de vivencia de su abandono, aunque sea adoptado el mismo día de su nacimiento. Y que ésta vivencia va a dar algún tipo de repercusión en su mente.

    Siendo más importante esta repercusión si hay vivencias añadidas de violencia, maltrato o abusos; así como de negligencia y abandono parentales. Leer artículo completo

  • Cuando un niño adoptado llega a la adolescencia

    Una etapa de tránsito, tan crucial como complicada, que ya de por sí no necesita aderezo. En el caso de un niño adoptado la adolescencia puede hacer brotar análisis, preguntas, pensamientos y frustraciones que requieren, entre muchas otras respuestas, una gran dosis de comunicación.

    Es el más importante cambio que hacemos en la vida: pasar de ser niños con dependencias de adultos -con una visión, un pensamiento y el modo de percibir la realidad de un pequeño- a un camino progresivo que nos convierte en personas más mayores. El niño adoptado tiene añadida, en la mayoría de las ocasiones, la falta de piezas del puzzle, de respuestas a preguntas sobre quién es y cómo es, o de dónde viene.

    “La adolescencia es el inicio de nuestra identidad que va desde nuestro aspecto físico hasta las características de nuestra personalidad, aspectos emocionales, criterios, valores, maneras de entender la vida, lo que no quiere decir que no vayamos modulando esta identidad a lo largo de la vida como adultos (no somos los mismos a los 50 que a los 25)”, asegura Vinyet Mirabent, directora asistencial y coordinadora del equipo de adopciones del Centro Médico Psicológico de la Fundación Vidal i Barraquer, con quien analizamos cómo vive la adolescencia el niño adoptado. Leer artículo completo

  • “Era como un animal en pánico”: el drama del trastorno de apego y cómo afecta a los niños adoptados

    A los 11 años Inés empezó a tener crisis brutales en el colegio: se metía debajo del pupitre y se hacía un ovillo antes de entrar en un estado de destrucción inexplicable que la llevaba a romper lo que hubiera a su alrededor.

    Cuando Inés siente mucha ansiedad y entra en crisis se queda ciega. Es una ceguera psicosomática que luego se la va pasando poco a poco pero no del todo. Este es solo uno de los muchos síntomas que durante meses de angustia ningún médico supo explicar.

    Ahora que Carmen Ojeda se ha informado mucho y puede mirar atrás y atar cabos se da cuenta de que en realidad su hija Inés, que hoy es una adolescente, mostró desde los dos años claros síntomas de un trastorno que entonces era desconocido pero que con la pubertad explotó y revolucionó su vida y la de todos a su alrededor.

    Pero a pesar de toda la atención y el cariño ni Carmen, ni los profesores, ni los psicólogos, ni los médicos que atendían a Inés supieron identificar el trastorno reactivo del vínculo que padecía, que todavía tiene y con el que seguramente tendrá que convivir toda su vida.

    Comúnmente se conoce como trastorno de apego y se estima que afecta al 2% o 3% de la población general. Pero en el caso de los niños adoptados que vivieron en un orfanato más de seis meses ese porcentaje varía entre el 24% y el 32% , dependiendo del tiempo que pasaron institucionalizados. Leer artículo completo

  • Así son las legislaciones sobre la maternidad subrogada en otros países del mundo

    Ciudadanos exigirá una renta mínima para ejercer la gestación subrogada. El Comité de Bioética rechaza la maternidad subrogada porque “lo que se hace es comprar a un menor”

    El debate sobre la gestación subrogada ha ido ganando presencia durante los últimos meses en la opinión pública de nuestro país. Una buena prueba de ello es que colectivos feministas se manifestaron el pasado mes de mayo en contra de la celebración de una feria que promocionaba este tipo de técnica de reproducción asistida.

    El Comité de Bioética de España se pronunció también en contra de que se legalicen este tipo de prácticas alegando que “entrañan una explotación de la mujer y un daño a los intereses del menor”.

    Finalmente, la controversia ha trascendido de la calle a la arena política. El grupo parlamentario de Ciudadanos ha presentado este martes una proposición de ley para regular la maternidad subrogada. El partido naranja traslada así al Congreso de los Diputados la discusión sobre un tema polémico, tal y como demuestran las diversas legislaciones en aquellos países donde está legalizada. Éstos son algunos ejemplos. Leer artículo completo

  • ADOPTANTIS ORIENTACIÓN Y APOYO TERAPÉUTICO

    ORIENTACIÓN Y APOYO TERAPÉUTICO PRESENCIAL

    Para orientar y apoyar a las familias Adoptantis cuenta con un equipo de psicólogos especializados en la temática adoptiva, brindando orientación, valoración y atención psicoterapéutica individual o grupal.

    A lo largo de su ciclo vital, la familia adoptiva puede necesitar orientación profesional:

  • En los momentos inciales para constrastar dudas que surgen frente a la inexperiencia; dificultades de vinculación; trastornos que pudiera presentar el niño como resultado de su estancia en una institución.

  • Orientaciones escolares por dificultades de apredizaje y/o conductuales.
  • Sobre la mejor manera de trasmitir la información sobre la condición de adoptado, tanto al niño como a las personas del entorno.
  • Frente a momentos de crisis de la familia: divorcios, fallecimientos, incorporación de nuevos hermanos.
  • Ante situaciones conflictivas motivadas por problemáticas de los hijos; dificultades de los padres; o ambas.
  • Cuando se presenten dudas e interrogantes frente a la búsqueda de orígenes.

    Para mayor información, esperamos vuestras consultas en el 914 164 837 o en [email protected]

  • CONSULTORÍA DE ORIENTACIÓN A PADRES ON LINE

    Adoptantis pone en marcha un nuevo servicio de orientación para las familias.

    Dudas, inquietudes, dificultades, necesidad de constrastar los avances en el proceso de integración familiar, orientación escolar, tienen ahora una nueva manera de encontrar respuestas a través del nuevo servicio de consultroría para padres online

    La lejanía de profesionales especializados en adopción ya no es una barrera para poder resolver las inquietudes de las familias.

    Desde casa, mediante el programa skype, padres y profesionales pueden crear un nuevo espacio de intercambio, reflexión y orientación.

    Para mayor información, esperamos vuestras consultas en el 914 164 837 o en [email protected]

    INTERNACIONAL

    China

    Los niños que China no quiere ver. La gran mayoría de los niños abandonados en China están enfermos o padecen alguna discapacidad.

    A Tian Tabao la abandonaron sus padres cuando era un bebé. Había nacido tetrapléjica: solo podía mover la cabeza. La mujer que se hizo cargo de ella acabó entregándola a Liming (“Amanecer Brillante”), un orfanato católico para discapacitados en Biancun, una aldea de la provincia de Hebei, en el norte de China. A sus 29 años, Tabao aún vive allí.

    “Estar aquí es seguro. Aquí todos somos una gran familia. Nos ayudamos y aprendemos los unos de los otros. No importa que hagamos las cosas más lento o más rápido”, explica. Fuera es distinto. “Cuando acabo de trabajar, si voy de compras, veo que me miran raro. Me doy cuenta de que en general la sociedad no es muy tolerante con los discapacitados”, dice esta joven de ojos vivaces, semblante serio y las ideas muy claras, que a base de tesón ha aprendido a manejar un ordenador con la boca, hasta convertirse en una de las gestoras de las redes sociales del centro.

    Cada año, aunque el número ha ido en descenso gradualmente, llegan aún a los orfanatos aproximadamente 10.000 niños abandonados. La gran mayoría, hasta el 98% según algunos cálculos, están enfermos o son discapacitados.

    Detrás de ese porcentaje hay varios factores. La sociedad china ha mirado tradicionalmente las malformaciones con recelo. En un país en el que las autoridades calculan que un 6% de la población —cerca de 85 millones de personas, más que toda la población de Alemania—, padecen algún tipo de discapacidad, hasta los años 90 se denominaba a estas personas “canfei”: malformados e inútiles. Un defecto físico se percibía como reflejo de una tacha moral o un castigo divino por alguna maldad suya o de su familia. “Se les percibía como una carga. Una familia con un miembro discapacitado era vista como gente maldita”, explica Wang Zhenyao, director del Instituto de Investigación sobre la Filantropía, un “think tank” chino especializado en la asistencia social. Hace una década se destapó una red que esclavizaba a miles de ellos; la historia se repitió cuatro años después.

    A esta percepción se ha sumado la fuerte carga económica que puede suponer un dependiente en esas condiciones. Con un sistema de seguridad social aún muy incipiente, el tratamiento puede agotar rápidamente el salario medio de un trabajador migrante, en torno a los 4.000 yuanes (unos 600 euros) mensuales.

    Liming, fundado en 1988 ante el aumento en aquella época de abandono de menores con incapacidades, acoge en tres centros a cerca de 160 personas, de edades entre los dos y los más de treinta años.La mayoría fueron recogidos de bebés. “Los dejaban frente a la puerta, o junto a la iglesia del pueblo, en cajas. Muchos con ropa, pañales, algo de comida o dinero…” Una pequeña ayuda, testimonio quizá del desgarro causado por desprenderse de un hijo, explica la hermana Yang, coordinadora de la organización. “Muchas veces lo hacen porque no pueden más, no tienen dinero o no saben o pueden cuidar del niño. Y saben que nosotras no rechazamos a nadie”.

    Muchos otros no tienen otra perspectiva que continuar allí para siempre. ¨¿Posibilidades de adopción? Para estos niños, muy pocas”, reconoce Lang Lixia, directora del orfanato. El centro ha dejado de aceptar nuevos pupilos para dedicarse a los que envejecerán allí.

    En los últimos 20 años se han producido avances. El Gobierno chino está construyendo más orfanatos con más fondos para atender a los niños abandonados. La ley de 2008 sobre discapacidades obliga a no discriminar entre minusválidos y las personas de capacidad plena. Las grandes empresas deben reservar un 1,5% de sus puestos de trabajo para minusválidos, so pena de una multa. El Estado entrega una cantidad por niño para facilitar su tratamiento. Tras numerosas quejas, el Gobierno ha invertido cerca de 70 millones de euros en acondicionar 25.000 lavabos públicos. Liming ha empezado a recibir un pequeño subsidio por cada pupilo que acoge.

    Aunque aún falta mucho por hacer. La sociedad, reconoce el experto Wang, aún está lejos de sentirse concienciada:, “los discapacitados siguen siendo aún en muchos casos ciudadanos invisibles”, comenta. En metrópolis como Pekín o Shanghái es fácil encontrar estaciones de metro sin acceso para ellos. Los carriles especiales para ciegos pueden terminar fácilmente contra una valla o una baliza. Las multas a las empresas son difíciles de cobrar en la práctica.

    Incluso en centros como Liming, reconoce la directora del orfanato, Lang Lixia, las cuidadoras carecen de una formación formal como asistentes sociales, y son las más experimentadas las que explican cómo hacer las cosas a las más jóvenes, o a los voluntarios que acuden a echar una mano. Las necesidades son muchas, y los fondos, los justos. Desde hace tres años, por recomendación de las autoridades locales, han dejado de aceptar nuevos casos.

    En el tratamiento a los discapacitados, simplemente “no es posible que el Estado se haga cargo de todo el cuidado de niños abandonados y discapacitados. Hay cosas que el gobierno no tiene la energía o la capacidad de hacer” —explica Qiao Qingmei, del Instituto para Discapacidades de la Universidad Renmin de Pekín—. “La tendencia será reforzar a las fuerzas civiles y las ONG. Que el Gobierno mantenga el control, pero subrogue los servicios a estas organizaciones”, muchas de ellas confesionales, como Liming.

    Lang, la directora del orfanato, lo tiene claro. “Si nuestros niños no estuvieran aquí, estarían en condiciones mucho peores”.

    Macarena Vidal Liy

    http://internacional.elpais.com

    Colombia

    Los niños que nadie quiere adoptar. Los menores de edad con características y necesidades especiales no tienen quién los adopte en Colombia.

    Los colombianos le tienen miedo a la historia de un niño que no conocen. En un pasillo del Bienestar Familiar, con un parque de juegos al frente, es frecuente preguntarse de dónde viene el pequeño que está en el columpio. ¿Quiénes son los padres de la niña que va detrás de la pelota? ¿La madre biológica de esos gemelos habrá alcanzado a darles leche antes de ponerlos en adopción? Los enigmas son resueltos con especulaciones automáticas, que juntas forman un bloque tan fuerte como el concreto. Así surgen las ideas que estigmatizan y luego los retos que afronta la adopción en Colombia. Hay dos hermanos cogidos de la mano, caminan por el borde del parque. El niño debe tener 6 años, la niña quizás 4. El sol no tiene mucho efecto sobre su piel bronceada. Lo que sí resalta es el cristal de sus ojos verdes. De alguno de sus padres tuvieron que heredarlos.

    Henry Rivera y Gloria Echeverri tienen la misma edad, la misma casa y casi la misma vida, porque hace 20 años están casados. Viven en una finca en Subachoque, Cundinamarca. En su carro vienen de la congestionada Bogotá. El regreso ha sido en silencio, apenas cruzaron palabra. No es que hayan discutido. Se conocen tanto que pueden regalarse largos minutos en silencio, apenas comunicándose con gestos y miradas. A sus 46 años confían con ser papás. Nunca lo han sido y es imposible afirmar si siempre lo han querido ser. Lo único cierto es que hoy tienen corazón para agrandar la familia.

    Iniciaron el proceso de adopción en febrero, después de pensarlo muy bien. Por ser mayores de 45 años solo pueden aplicar a niños con características y necesidades especiales, una condición con varias definiciones. Por ejemplo, niños mayores de cinco años. O, también, niños con una discapacidad física o una enfermedad mental de cualquier edad.

    Henry y Gloria lo intentan. El hecho es que quieren ser papás y punto. Del niño o la niña negra, blanca, india, mestiza. En las valoraciones psicológicas y sociales lo han dicho y los funcionarios de la Casa de la Madre y el Niño lo están validando. El estudio que en resumen certifica su disposición es riguroso. Del diagnóstico depende que el proceso sea corto o largo. Los psicólogos deben salir de dudas. ¿Su paternidad y maternidad es un pretexto para dar vida a un matrimonio estancado? ¿Realmente hay relación? En el carro entran a su finca por una portería que está a trescientos metros de su casa.

    “La mayoría de gente quiere adoptar niños de 0 a 4 años, sanos”, sostiene Adriana Chaves, psicóloga de la Fundación para la Asistencia de la Niñez Abandonada (FANA). Sus 20 años de experiencia en adopción sustentan su conocimiento. Afirma que a Colombia le falta cultura a la hora de acoger a un menor, aunque reconoce que los avances son lentos, pero enormes. “Los chiquitos sanos consiguen familia rápido, incluso hay una lista de espera de papás potenciales y a los extranjeros se les restringió el acceso por el exceso de solicitudes. En cambio, los niños más grandes no encuentran quién esté dispuesto a adoptarlos”, anota.

    Justamente, son las personas de otros países las que más se interesan por aquellos niños que crecen mientras esperan en un programa de adopción. “Hay mujeres solteras en el exterior que incluso adoptan niños de 10 años en adelante. En FANA tenemos el caso de una que adoptó tres. Hoy hay grupos de hermanos para adoptar”, explica.

    En una reunión los amigos de Henry y Gloria les preguntan si ellos pueden elegir al niño que quieren adoptar. Lo niegan con la cabeza. ¿Y bebés? Tampoco, porque tenemos 47 años, dice Gloria. ¿Sólo niños grandes?, los cuestionan. ¿Qué es un niño o una niña grande para usted?, pregunta Henry.

    El amigo piensa, su mirada titubea. ¿Uno de más de 3 años? Cuando Gloria explica que solo pueden aplicar a la adopción de niños con características y necesidades especiales, ella y su esposo se ríen al ver las caras de sus contertulios. Después de una mirada cómplice, Henry saca su celular del bolsillo y les explica qué quiere decir eso de 'niños con características y necesidades especiales': “Son los mayores de 5 años. O quienes tienen una enfermedad permanente, como problemas cardiacos o renales, entre otros. Los que vienen de a tres o más, por ser hermanos. Y el adoptante deberá tener más de 25 años y 15 años de diferencia con el adoptado”.

    Para Bárbara Escobar, directora de la Casa de la madre y el niño, el debate que generó el referendo contra la adopción por parte de solteros y homosexuales oculta el problema real. “Existen más de cinco mil niños de características y necesidades especiales que nadie quiere adoptar. ¿Qué vamos a hacer para que tengan otra oportunidad, más allá de los programas de adopción?”. Ni los solteros, ni los heterosexuales, ni los gays los voltean a ver, como si en el imaginario colectivo apenas existieran los niños pequeños. “El referendo promovido por Viviane Morales es una distracción, hay que reenfocar la discusión, el problema es quién va a acoger a estos cinco mil niños”, dice.

    Los mayores de 4 años afrontan numerosos estigmas. “A las familias les da miedo la historia, por eso es que no adoptan niños grandes, les da susto el pasado que vivieron”, explica la psicóloga Chaves. “Los adultos ya están entendiendo que los menores en el programa de adopción ya pasaron por un proceso terapéutico que les permite estar en paz con lo que vivieron y abrirse a la posibilidad de tener una familia distinta”.

    En ocasiones, los niños adoptados no pueden incorporarse fácilmente al sistema público educativo, porque los cupos son limitados. Por otro lado, en cuanto al sistema de salud, si sufren una enfermedad, muchas prepagadas cierran las puertas a su afiliación.

    Segundo estigma: temor a que no los vean como papás. “Este proceso toma tiempo, porque las relaciones, así sean con un niño chiquito, se construyen a partir de la cotidianidad. Por desconocimiento, algunos dicen que los niños vienen con mañas propias o de su familia de origen. Y lo que uno como psicólogo les dice es que no, que ellos aprendieron una forma de funcionar, que logran adaptarse. A los que aplican les hablamos mucho de la resiliencia y lo que significa salir fortalecido de las experiencias difíciles. Esos niños tienen una capacidad resiliente muy grande y logran, finalmente, vincularse con estas personas y verlos como sus papás.

    Tercer estigma (quizás el más complejo): el económico. Tener un hijo no es igual a tener dos hijos. Las familias analizan desde el bolsillo y no desde el corazón. Para combatir cualquier reto, Bárbara Escobar tiene una recomendación que sale de su alma y, paralelamente, se fundamenta en la razón: “Cualquier papá y cualquier mamá, a la hora de adoptar, tiene que seguir el mismo proceso que seguimos los padres bilógicos. Cuando yo voy a tener a un niño, no le voy a pedir a la naturaleza que mande un ojiazul, ni que me mande un niño que mida dos metros, ni uno inteligente, sin problemas. El que vaya a adoptar tiene que tener el corazón abierto, igual que cuando tienes un hijo biológico. Venga como venga, igual lo va a adorar. Tenemos que hacer algo por los niños que no quieren adoptarlos. Cómo es posible que en Estados Unidos los adopten con los ojos cerrados y nosotros aquí no. Deberíamos aprender de su generosidad”.

    Una vez superadas las pruebas psicológicas y psiquiátricas, Gloria y Henry se empiezan a sentir embarazados. La ansiedad escala: estar en lista de espera puede ser un camino superior a nueve meses. Henry ha escuchado historias de padres que han aguardado cuatro años. Los psicólogos y trabajadores sociales en la Casa de la Madre y el Niño han sido sinceros con ellos. Les dieron la confianza para que llamen cuando lo consideren necesario. Henry se comunica un día, luego el otro, y así de lunes a viernes para preguntar si ya hay un niño o una niña. La psicóloga les pide paciencia: “No han pasado cuatro meses desde que decidieron aplicar”. Henry cuelga con un presentimiento. Un día de estos él no será quien va a llamar sino que de la Casa se van a comunicar para dar buenas noticias.

    Los inquieta desconocer si será niña o niño, su edad, su salud, su cara y sus rasgos. ¿Será pequeño o alto? Seguramente será un pequeño. ¿Y si son unos hermanitos? El día que los llaman efectivamente se cumple el pálpito. Hay un niño de 6 años y una niña de 4, hermanos. A Gloria y a Henry los pensamientos se les devuelven al plan inicial, que era adoptar un niño, no a dos. Este es el presente y están frente a la posibilidad de cristalizar su embarazo. Ya les han medido el corazón. Son las 5:00 p.m. Hay tiempo para ir al centro comercial a comprar dos camas. Aceptan sin dudarlo, lentamente, como si se estuvieran quitando un peso de sus espaldas. Mañana los hermanos Rivera Echeverri los esperan en la tarde.

    La paternidad inicia en el momento en que compran ropa, los enseres para la habitación que tenían desocupada, la comida, dos cepillos de dientes. Quieren estar preparados para todo, que no les falte nada. Sienten un montón de movimientos en el pecho, indefinibles, como si se les erizara la piel de adentro. Pero no son movimientos, son sentimientos.

    Al día siguiente se visten como quien va a una reunión de entrega de notas en el colegio. No han podido dormir. De la ternura es fácil dar el paso a la angustia. El encuentro es en una sala soleada, de ventanas grandes, con una mesa larga y sillas. El oxígeno entra partido, a pedazos. La presión se eleva. Henry y Gloria saludan a Sebastián y a Sofía. Primero se memorizan las caras antes del abrazo. Es el primer vínculo de sus vidas. Más que amor, hay cariño. Y mucha nobleza de parte y parte. Es evidente el susto, la torpeza de los gestos, la estatura de Sebastián, que debería estar más alto y con mayor masa muscular. La sala es un acelerador de partículas. Ahora se viene el viaje en carro de Bogotá a Subachoque. Los hermanos caminan agarrados de la mano. El hombre y la mujer que van en los asientos de al frente, son sus papás.

    Henry y Gloria tienen un desafío en la educación y la salud de sus hijos Sebastián y Sofía. Si ellos quisieran matricularlos en un colegio público, no será fácil conseguir los cupos. Pero no es su caso. Ya tienen definida una institución privada. En cuanto a su salud, como ninguno de los dos sufre una enfermedad preexistente, el plan complementario los aceptará. Los Rivera Echeverri tienen suerte, porque si fuera al contrario, si no pudieran pagar un colegio privado o uno de los dos sufriera de epilepsia, el sistema sería implacable con ellos.

    En su nueva casa, Sofía y Sebastián se ponen a llorar porque un viejo labrador se les acerca. Les da pánico, lo ven como una amenaza. Es la primera vez que ven a un perro.

    En la cena, sus papás les preparan carne, arroz y ensalada. La porción servida es como para un adulto. Los hermanos se las arreglan con los cubiertos, todavía no saben cómo usar el cuchillo y el tenedor. Sofía se defiende mejor con la cuchara.

    En el colegio, Sebastián acompaña a su hermana hasta el salón de clases. No permite que otros niños se le acerquen. Es territorial y, a veces, pendenciero. Por puro orgullo se pierde de hablar con sus nuevos compañeros. Pero pronto se sentirá de ahí. El arraigo se construye en cuestión de meses.

    La primera semana de convivencia, Sofía llora con frecuencia cuando no se entiende con sus papás. Henry y Gloria no tienen muchas ideas sobre cómo fijar límites a un niño. En uno de los talleres les explicaron posibles situaciones, como las pataletas. Y les hablaron de cómo construir autoridad sin ser severo. Les va a tocar aprender a regañar, a decir no, a castigar con tino y no con garrote.

    Familiares y amigos les preguntan por la crianza. “Los niños se adaptan más rápido de lo que imaginamos”, responden con convicción.

    Un menor que es abandonado en el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, automáticamente, es declarado en situación de vulnerabilidad. Se le asigna un defensor de familia que determina su adoptabilidad, tras un estudio dispendioso, en el que por ley debe explorar al máximo su familia extensa (abuelos, tíos, primos, primos segundos) o su familia solidaridaria (padrinos y madrinas), en busca de posibles responsables. El proceso puede durar hasta siete años, lo que reduce drásticamente sus posibilidades de ser adoptados.

    Se estima que hay 1.180 defensores de familia a nivel nacional y cada uno recibe un promedio de 30 casos al mes.

    Entre enero y abril, en la Casa de la Madre y el Niño han adoptado 30 con características y necesidades especiales. La meta en el 2017 es superar los 82 menores que fueron acogidos el año pasado.

    529 familias residentes en España estuvieron en lista de espera en el 2016, seguidas de las 344 ubicadas en Francia.

    Carlos Torres

    http://cromos.elespectador.com

    INFANCIA

    UNICEF revela alarmante cifra de niños que viven en instituciones infantiles y orfanatos

    Al menos 2,7 millones de niños viven en instituciones infantiles y orfanatos a nivel mundial, según un nuevo informe de UNICEF. De acuerdo con el estudio, esta cifra podría ser sólo la punta del iceberg, ya que hay una falta de datos y registros precisos en la mayoría de los países.

    El documento resalta que en estas instituciones los niños, ya vulnerables al estar separados de su familia, corren un mayor riesgo de violencia, abuso y daños a largo plazo en su desarrollo cognitivo, social y emocional, por lo que debe ser prioritario mantener a los pequeños junto a sus padres, especialmente durante sus primeros años.

    “Existe la creencia de que estas instituciones son el mejor lugar para los niños, especialmente para aquellos con discapacidades o en condiciones vulnerables. Hay una escasez de servicios comunitarios para ayudar a los padres de esos menores a mantenerlos a su lado”, aseguró Lesley Miller, asesora regional de UNICEF.

    Los problemas en las familias, las deficiencias de salud, los servicios sociales ineficientes, la discapacidad y la pobreza son las principales razones por las cuales los infantes son puestos en instituciones de cuidado, asegura la investigación.

    Europa Central y Oriental tiene la tasa mundial más alta de pequeños en estas condiciones, con 666 niños por cada 100.000 habitantes viviendo en estos establecimientos. El promedio mundial es de 120, cinco veces menor.

    UNICEF instó a los gobiernos a reducir el número de niños en estas condiciones, a evitar las separaciones familiares y, cuando fuera necesario, a recurrir a hogares temporales, donde al menos puedan tener un ambiente familiar.

    El organismo de la ONU también pidió a las autoridades a nivel mundial una mayor inversión en programas comunitarios de apoyo familiar y mejores registros de datos.

    "Es fundamental que los gobiernos mantengan una lista más exacta y completa de todas las instalaciones de atención infantil existentes y que realicen recuentos completos de los niños que viven en estas instalaciones para ayudar a fortalecer los registros oficiales. De esta manera podremos medir la amplitud del problema y trabajar con los gobiernos para responder con eficacia", apuntó Claudia Cappa, coautora del estudio.

    www.un.org

    Niños perdidos en India: La dramática realidad detrás de la película “Lion”

    Entre 70 mil y 80 mil niños desaparecen cada año en India, según los reportes de la Oficina Nacional de Registro de Crímenes de ese país. Una cifra escalofriante incluso para un país tan poblado como India.

    En 2015, según el mismo registro, 73.597 niños se reportaron como ausentes de su hogar. “Es una realidad que en India parece ir en aumento y se estima que aproximadamente el 50% de esos niños no son encontrados y nunca más vuelven a casa”, infirmó la ministra para el Desarrollo de Mujeres y Niños, Maneka Gandhi.

    Para abordar la temática, el Gobierno lanzó en 2015 un sitio web para encontrar niños perdidos, bautizado como Khoya Paya, Perdidos y Encontrados, en español, que busca sensibilizar a la ciudadanía para denunciar y hacerse cargo si son testigos de este tipo de casos.

    Pero aun así el problema no se ha logrado frenar. La media estadística muestra que todavía se pierden prácticamente 8 niños por cada hora en India y las autoridades no han logrado detener ese reloj.

    Los reportes muestran que muchos niños que huyen de sus hogares, escapando del maltrato. Sin embargo, la mayoría de los desaparecidos son secuestrados para luego ser explotados y abusados.

    El tráfico de niños se ha convertido en un negocio en India. La explotación sexual, el tráfico de órganos o el trabajo como esclavos son realidades que los niños desaparecidos enfrentan día a día.

    La historia detrás de “Lion”

    Aunque la película “Lion” (Un camino a casa, en castellano) no consiguió ninguna estatuilla en los últimos Premios Oscar, de las seis nominaciones; en las categorías Mejor Película; mejor Guión Adaptado; Actor Secundario para Dev Patel; Actriz Secundaria para Nicole Kidman; Mejor Fotografía; y Banda Sonora Original; logró visibilizar a nivel mundial una realidad mucho más cruda que la historia que narra.

    Saroo Brierley, con apenas cinco años, se perdió en un terminal de trenes, siguiendo a su hermano mayor Guddu al trabajo. Un sueño muy profundo lo llevó a vivir una pesadilla en la que fue a dar a miles de kilómetros de su hogar, a las calles de Calcuta, sin conocer el idioma, ni poder explicar dónde quedaba su hogar.

    El pequeño tampoco sabía cuál era el nombre de su madre, que trabajaba precariamente cargando piedras y no sabía leer ni escribir.

    Saroo probablemente vivió más en cinco años que muchas personas en toda una vida. En su libro “Un largo camino a casa” (2015), donde relata su historia, cuenta que “sobreviví comiendo sobras que encontraba en el suelo y por suerte había muchos grifos para beber. No era una vida muy distinta a la que ya conocía, porque mi familia era muy pobre. Pero tenía miedo. Al abrirme paso por la orilla del río Hugli me topé, horrorizado, con dos cadáveres tirados entre montones de basura; uno estaba degollado y al otro le habían rebanado las orejas”.

    Después de diferentes periplos, fue a dar a un orfanato y luego fue adoptado por una familia australiana que le entregó estabilidad emocional. “Mi madre adoptiva decoró mi cuarto con un mapa de India, lo colgó al lado de mi cama. Me levantaba cada mañana viendo ese mapa y era la manera de mantener ese recuerdo vivo”, añade.

    A los 20 años ingresó a la Universidad y con la ayuda de sus nuevos amigos, inmigrantes indios que conocían bien el país; y la de su novia Lisa y sus padres adoptivos; consiguió localizar la estación en la que se perdió.

    Calculando la velocidad de los trenes y las 14 horas que había viajado fue cerrando el círculo hasta reconocer el paisaje de su infancia: “Tras cinco años navegando con Google Earth, encontré Ganesh Talai, la zona donde yo vivía de niño”.

    “Mi madre nunca dejó de rezar por mi regreso, visitó a muchos sacerdotes y guías espirituales de la comunidad en busca de ayuda y orientación. Todos ellos le aseguraban que yo estaba sano y salvo y era feliz; y lo más asombroso es que cuando les preguntaba dónde estaba, señalaban con el dedo hacia el sur”.

    “Empecé a comprender que la fe de mi madre en mi supervivencia había marcado tanto su vida como mi determinación de encontrarla a ella había marcado la mía”, afirma.

    Saroo Brierley, quien hoy ha viajado a muchos países a entregar su testimonio, es consciente de que su historia es sólo el ápice de la dramática realidad de los niños perdidos de India y explica que se ha propuesto como cruzada que las personas logren tomar mayor conciencia de esta realidad y no sólo en India.

    “Aunque muchas no la tengan, esta historia sí tiene final feliz: Mi depresión y todas mis preocupaciones se esfumaron cuando vi a mis dos madres que me habían dado no solo una vida, sino dos, abrazarse con lágrimas en los ojos”, subraya.

    Carolina Disegni

    www.guioteca.com

    ESPAÑA

    Las CC.AA tutelan en residencias a más de 2.500 menores que cumplen 18 años en 2017

    Al menos 2.515 menores tutelados en residencias en España --a falta de los datos de Menorca, Álava y Vizcaya-- han cumplido o cumplirán los 18 años a lo largo de 2017 y tendrán que dejar su plaza libre. Aunque gracias a la Ley de Infancia aprobada en 2015 estos jóvenes en situación de vulnerabilidad seguirán contando con recursos de las administraciones hasta los 21 años y, en el caso de Galicia, hasta los 25 años, la mayoría de edad supone que pasen, de un día para otro, a la vida adulta, once años antes que la media de los jóvenes españoles, según datos de Eurostat.

    Los profesionales coinciden en señalar que, si la mayoría de los jóvenes de 18 años no están preparados para la vida adulta, en el caso de los menores tutelados la falta de habilidades tanto sociales como educativos es, en la gran mayoría de los casos, patente. "Son jóvenes que se encuentran en situación de abandono, que han vivido situaciones extremas y donde se han agotado todas las posibilidades con las familias. Por ello, requieren de una acogida y un trabajo personal para poderse independizar", explica Aurora Corona, directora del programa de centros de acogida de la Fundación ADSIS.

    Además, este cambio, para los menores que viven en hogares de acogida, sucede de un día para otro. Una de las opciones ofrecidas por los servicios sociales para amortiguar este cambio son los pisos de emancipación. "Cuando llegan al piso, además de felicitarles por su cumpleaños, lo primero que les digo es 'bienvenidos a la vida adulta'--, afirma la responsable de los Pisos de Emancipación de Nuevo Futuro, Maribel Miñaca--. El cambio que viven es muy fuerte: ayer eran tratados como menores pero hoy son adultos".

    Esta vulnerabilidad a la que se enfrentan estos jóvenes fue trasladada por las asociaciones e instituciones que trabajaron conjuntamente para sacar adelante la Ley de Infancia de 2015. Por ello, uno de los cambios que se introdujeron fue la ampliación de los recursos hasta los 21 años. Galicia es la única comunidad que amplía estas ayudas hasta los 25 años a través del programa Mentor que lleva en marcha desde 1998. "Hasta 2015 los pisos de emancipación existían de forma altruista por parte de las ONG que nos dedicábamos a temas de infancia porque lo veíamos como una clara necesidad", explica María Ruiz, educadora de las viviendas de emancipación de YMCA, cuya organización atiende al año a 20 jóvenes en sus pisos de Zaragoza y Madrid.

    Por ello, la directora de la Asociación Nuevo Futuro, Miriam Poole no duda en afirmar que el verdadero impacto de la Ley de Infancia no ha sido en las asociaciones, sino en la Administración. "Gracias a esta ley las administraciones han sido conscientes, algunas ya lo eran, del gravísimo problema en la que se encontraban estos jóvenes. En la Comunidad de Madrid, por ejemplo, se ha firmado un convenio por la que la administración sufraga la mitad de los gastos de estos pisos de emancipación. Es un paso adelante, pero hay seguir avanzando", concluye. Nuevo Futuro cuenta con cuatro pisos, dos en Madrid, uno en Santander y otro en Alicante, donde en 2016 atendieron a 18 jóvenes.

    Esta idea es compartida por Corona quién recuerda cómo, cuando la Fundación ADSIS puso en marcha los primeros pisos en Castilla y León, los menores lo recibieron "como un respiro de año y medio" ante el "vértigo" que sentían al cumplir los 18 años. Actualmente, atienden al año a 51 jóvenes en Valladolid y Bilbao.

    Aunque cada institución lleva a cabo una metodología propia, el objetivo de los pisos de emancipación es el mismo: lograr que el joven adquiera las habilidades necesarias para poder enfrentarse a la vida adulta. Por ello, en todos los pisos los jóvenes deben tener un proyecto vital, es decir, se comprometen a estudiar o a buscar un trabajo. Además, se les enseña a llevar una casa, desde la limpieza y la cocina, hasta comprender las facturas, cambiar la tarjeta sanitaria por cambio de domicilio, así como gestionar un plan de ahorro. Dependiendo de la institución, pueden estar en los pisos entre un año o dos siempre teniendo en cuenta el perfil de cada joven.

    Además, todo ello lo hacen acompañados por los educadores sociales quienes buscan que el joven sea cada vez más autónomo e independiente. "Es un cambio muy fuerte para ellos --explica Ruiz--, ya que pasan de estar acompañados en los hogares y centros de menores por educadores durante las 24 horas, con una rutina muy estructurada y llegan a un piso de emancipación, donde son ellos los que tienen que elegir qué proyecto quieren realizar y donde la presencia física del educador no se contempla ya que no queremos que sea una continuación de los hogares". "A veces, hay que permitir que cometan errores para que aprendan y hagan su propio proceso", añade Corona.

    www.heraldo.es

    DE MADRES Y PADRES...

    ¿Qué hacer para que tus hijos tengan inquietudes?

    "No tengo talentos especiales", decía Albert Einstein, "pero sí soy profundamente curioso". Si algo tenía claro el genio es que, en la vida, "lo importante es no dejar de hacerse preguntas". La curiosidad es algo innato desde que nacemos y nada mejor que la infancia para descubrirla y para fomentar las ganas y la ilusión por hacer cosas, evitando pasarse el día entero sentados delante de una pantalla. Pero ese afán por estar activos se ha de desarrollar principalmente dentro del propio hogar.

    Por ello, es de gran ayuda que los padres sepan qué pueden leer sus hijos o qué actividades son más positivas para que crezcan en un ambiente favorable a la cultura, receptivos al saber y abiertos al mundo. Que sean ciudadanos responsables y personas con empatía hacia la sociedad en la que les toca vivir.

    Sin duda, uno de los hábitos más positivos es la lectura, la piedra angular de todo aprendizaje. Tal es así que desde el Ministerio de Educación se quiere dar más peso a esta actividad en el currículo y para ello se estudia aumentar el tiempo dedicado a las leer en el horario escolar.

    "Leer es sobre todo divertido, nos transporta a infinitos momentos y lugares, nos presenta a personajes de lo más variopinto que nos hacen vivir experiencias, por lo que amplía nuestro mundo y fomenta la empatía, nos abre la mente y nos enseña. Sin darnos cuenta, leyendo adquirimos conocimientos y capacidades que van desde hechos y datos hasta destreza lingüística, expresiva y comunicativa. Además, leer mejora la concentración, la creatividad, la curiosidad y la memoria", asegura Mariola Lorente, licenciada en Filosofía e investigadora de la Universidad de Padres.

    Estar en contacto con libros desde bebés es algo imprescindible, señala. "La experiencia de leer a los hijos un rato cada día es realmente enriquecedora y no tiene por qué terminar cuando ya leen solos. Además de introducir el hábito, es un momento íntimo, compartido y especial, que genera un vínculo muy bonito entre padres e hijos", mantiene esta experta.

    En España, el 35% de los padres realiza lectura compartida con sus hijos, según recogen los datos del reciente Barómetro CICLIP, realizado por la Asociación Española de Comprensión Lectora. El dato es muy bajo ya que, según señala Rafael Villalón, coordinador del estudio, "hay que dedicar 10 minutos al día a leer de forma compartida, lo que supone tan sólo el 1% del tiempo de los padres". Del mismo modo es aconsejable que "los progenitores visiten con sus hijos bibliotecas y librerías, al menos una vez por semana y sobre todo, que les regalen lectura: el libro debe convertirse en un regalo y no en una obligación".

    Pero, sin duda, lo más importante para que los niños se familiaricen con la lectura es que lo vean hacer en su propia casa, es decir que vean a sus padres leyendo, incluso se dice que los niños que tienen una biblioteca en casa tendrán un mayor acercamiento y gusto por los libros.

    Aventuras y risas

    Las editoriales tienen una gran variedad de títulos infanto-juveniles para que los niños puedan elegir el que más les guste en cada momento. Lo esencial es darle libertad de elección, según la edad y los gustos: "No hay consejos únicos, cada niño es diferente", indica Villalón.

    Por ejemplo, una opción muy buena para aquellos que están empezando a leer o para los que tienen más recelo a la lectura, son los cómics. Según el Barómetro CICLIP, las temáticas favoritas de los niños son las de aventuras (75%); humor (29%), viajes/naturaleza (28%) y misterio/espionaje (26%). Les siguen las relacionadas con ciencia-ficción (15%), deporte y salud (10%), románticos (6%) y terror (3%).

    Las tres fases de la lectura de apoyo

  • De 0 a seis años. Equiparar la lectura como un juego. Su cerebro es como una esponja, por ello es clave leer con ellos mirando las ilustraciones y analizar las emociones de los personajes, pronunciar las palabras en voz alta para que las repita, etc.

  • De siete a 12 años. Ayudarles a afianzar las habilidades lectoras que adquieren en el colegio. El hábito se fomenta en casa, por eso es importante no abandonarlos. Si tiene dificultades y no le acompañamos, se frustrará, lo dejará y verá la lectura como algo tedioso.

  • A partir de los 12. Incorporar la lectura como un hobby. Los niños deben leer lo que les gusta y acorde con su realidad. Los padres pueden asesorar, pero no imponer. Si un adolescente lee, tendrá mayor criterio.

    "La literatura infantil y juvenil en España goza en estos momentos de una excelente forma física", asegura Antonio Ávila, director ejecutivo de la Federación de Gremios de Editores de España. Y así lo muestran los datos de 2015 de esta federación.

    La literatura infantil y juvenil facturó 258,82 millones de euros, lo que supone un 11,5% del total de la facturación del sector editorial; y en cuanto al formato digital, la facturación fue de 6,07 millones de euros (5,3% de la facturación total del sector). "Los padres tienen un gran abanico de calidad para poder elegir lo mejor y lo que más les guste a sus hijos", afirma Ávila.

    Una buena manera de motivar a los pequeños es llevarles a actividades de ocio compartidas relacionadas con la lectura.

    Diversión en grupo

    Acudir a festivales musicales, conciertos y teatros, actividades de cuentacuentos, danza, ballet... Llevarles a las ferias del libro locales de sus ciudades para que vean la cantidad de libros que hay, a los autores firmando; que ellos puedan elegir la actividad que desean hacer... Hay infinidad de actividades en las que los niños pueden disfrutar y aprender a la vez y descubrir un mundo lleno de posibilidades que les abra la mente.

    "Los niños aprenden el valor de compartir, de divertirse en grupo, conectan con su entorno, con la naturaleza y con la vida real, y no como ocurre con las pantallas, que sólo consiguen aislarles", afirma Lucía Galán, pediatra del Hospital Vithas Medimar Internacional (Alicante) y autora del blogLucía, mi Pediatra.

    Pero sin duda, "la mejor forma de motivar a los pequeños hacia estas actividades es simple: llevarlos", asegura Lorente: "Tenemos que acabar con esa falsa idea de que los niños se aburren en esos sitios. No hace falta infantilizar para gustar. De hecho, hay un montón de actividades no propiamente infantiles que pueden practicar: ciencia, poesía, arquitectura, música, fotografía, filosofía para niños...Una sencilla búsqueda en la red nos dará pistas sobre la oferta de nuestra localidad".

    No hay que olvidar que "todos los niños son curiosos y les encanta aprender. Estas cualidades son un tesoro, y en casa tenemos la oportunidad de alimentarlas de un modo relajado y divertido, sin presiones de notas", añade la investigadora.

    Del mismo modo, para que los niños se impliquen en estas actividades, es clave que los padres den ejemplo. "Que los vean leer en casa, escuchar música, cantar, bailar o hablar del último libro con el que están. Los niños lo escuchan todo. Si los padres ponemos música, leemos y realizamos actividades culturales, copiarán esos patrones y serán adultos no solamente más cultos sino también más empáticos y emocionales, que es de lo que se trata", explica Lucía Galán.

    ¿Cuántas horas de tele pueden ver?

    Uno de los temas que más preocupa a los padres es la influencia de la televisión. Pero hoy en día es inevitable que los niños la vean y, además, que les guste, por tanto, ante esta realidad. lo mejor es hacer un uso responsable y sacar lo bueno que la pequeña pantalla puede dar a los niños. "Hoy en día hay una gran cantidad de canales infantiles que los padres pueden elegir según la edad del niño. Lo importante es que el contenido sea adaptado a su edad", asegura Alejandro Perales, asesor técnico de la Asociación de Usuarios de la Comunicación. Esta selección es especialmente vital cuando se trata de programas dirigidos al aprendizaje, indica.

    Otro consejo que puede ser muy útil para aquellos pequeños que están aprendiendo a leer o a escribir y así fomentar en ellos la comprensión lectora es "activar los subtítulos de los dibujos animados, como se hace habitualmente en algunos países como Finlandia", señala Villalón.

    La clave es no abusar de la televisión: "Lo ideal es que no la vean más de una hora al día entre semana, y no más de dos o tres horas los sábados y domingos", recomienda Perales. En este sentido, este experto recuerda que la televisión no es la única pantalla a la que están expuestos los niños y que el tiempo dedicado a móviles, tabletas u ordenadores no computa por separado.

    En niños menores de dos años los pediatras directamente desaconsejan el uso de cualquier tipo de pantalla. "La Asociación Americana de Pediatría recomienda la no exposición a ningún tipo de pantalla hasta los dos años de vida y en los más mayores no más de dos horas al día. En general, cuanto menos mejor", señala Galán, quien subraya que, como padres, es importante "seleccionar los contenidos para que no haya violencia, agresividad o un lenguaje no apto para sus edades".

    Para ello, es preciso recalcar dos cosas fundamentales que "son todavía una asignatura pendiente", señala Perales. En primer lugar y según explica el experto, sería preciso un etiquetado correcto de los programas que dejase muy claro cuál es la orientación por edad y cuál es el tipo de contenido, como ocurre por ejemplo con los videojuegos, que tienen una calificación por edad y además te dicen qué tipo de contenidos hay. Y, en segundo lugar, respetar los horarios: "Hay ciertos programas dirigidos a niños que se emiten a partir de las 22 horas. Eso es una llamada para que los pequeños vean la tele por la noche, lo que es malo para su salud. Además, así están más expuestos a encontrarse y poder ver contenidos de adultos, por ejemplo al hacer zapping durante los anuncios", recalcan desde la Asociación de Usuarios de la Comunicación.

    Beatriz G. Portalatín

  • www.elmundo.es

    Guía para niños: ¿cómo actuar si nos perdemos?

    Se acercan las vacaciones familiares, ¿tenéis ganas de disfrutarlas? Seguro que sí. De cara a las vacaciones, os proponemos enseñar a los niños cómo actuar ante la eventualidad de perderse. ¿Lo habéis hecho ya?

    En esta guía para niños encontrarás consejos para que puedas explicarle a tus hijos qué hacer si se pierden en la calle, en la playa ¡o dónde sea!

    El primer paso como papás es hablar con nuestros hijos sobre la posibilidad de perderse… o de dejar de ver a mamá y papá en un supermercado, en la playa o en la calle. Y el segundo, pero no menos importante, es enseñar a nuestros hijos su nombre completo y nuestro nombre y apellido (imagina que tu hijo se pierde y lo único que sabe de ti es que eres “mamá” o “papá”).

    Ahora bien, veamos juntos cuáles deberían ser los pasos a seguir por un niño perdido:

    Estar tranquilos: tanto los papás como el peque deben mantener la calma. Desesperarse complica la situación. ¿Lo mejor? Respirar profundo y confiar en que siguiendo estos consejos, os encontraréis en un par de minutos. Explícale a tu hijo que papá y mamá siempre le buscarán y le encontrarán… ¡y repítete esto también a ti mismo!

    Quedarse en el lugar: inconscientemente, los niños tienden a moverse e intentar encontrar a papá y mamá por sí mismos. Esto es un grave error ya que así sólo conseguirán perderse realmente. Debemos enseñar a los niños a quedarse en su lugar (siempre y cuando se trate de un lugar seguro. Si el pequeño se encontrase en medio de una calle, lo ideal es que se ubique a reparo de los coches) y esperar allí a que les encuentren.

    Gritar para que podamos ubicarle: por lo general, enseñamos a nuestros hijos a no gritar en lugares públicos pero esta opción puede ser muy buena para ayudarnos a encontrarles si se han separado de nosotros. En este caso, los peques deberían gritar nuestro nombre y no “papá o mamá”.

    Solicitar ayuda a una madre con niños: enseñamos a los niños a no hablar con extraños… y cuando un niño se encuentra perdido, esta enseñanza juega en contra. Explica a tu hijo que en caso de perderse, debe mirar a su alrededor, sin moverse del lugar y pedir ayuda a una madre con niños. Los niños mayores quizá puedan distinguir uniformes y solicitar ayuda a un policía, personal de tienda o de seguridad. En cualquier caso, puede pedir ayuda, dar su nombre y tus datos pero nunca moverse del sitio ni acompañar a esa persona a otro lugar.

    Si tu hijo cumple estos tres pasos, seguramente le encontrarás de manera rápida y sencilla: tan sólo deberás desandar el camino que ya has hecho y encontrarle en el último punto donde os habéis visto. En cualquier caso, te recomendamos que tú también grites el nombre de tu hijo durante la búsqueda.

    ¿Un último consejo? No riñas a tu hijo cuando le encuentres, abrázale y tranquilízale… Más tarde hablarás con él sobre la importancia de dar la mano y no separarse de ti. En ese momento, el peque sólo necesita saber que está a salvo y le quieres.

    Seguramente estos pasos te han parecido sumamente sencillos pero… ¿qué tan fácil es enseñarle estos consejos a los niños? No tanto, para ser sinceros. Sin embargo, si transformas toda la situación en un juego, ¡verás cómo aprenden en un abrir y cerrar de ojos!

    ¿Qué te parece si descubrimos juntos algunas actividades lúdicas para enseñar a los peques a actuar cuando se pierden?

    Juego de rol

    Te aconsejamos jugar con tus hijos una especie de “juego de rol” donde ellos pueden ser los padres y tú el niño perdido, así podrás mostrarles cómo actuar ante cada situación. Los niños se divertirán ¡y aprenderán con tu ejemplo!

    ¡Congelado!

    Otra variación del juego de rol anterior es “¡congelado!”; en este caso, te proponemos jugar a “congelarse” cada vez que os dejáis de ver. Si tú haces de hijo, deberás quedarte en el lugar hasta que te encuentren porque al no ver a papá y mamá, un hechizo te ha dejado “congelado” en tu sitio.

    Nombres y números en rima

    Puedes inventar un cuento, una poesía, una rima o una canción con tu nombre y apellido y el de tu peque, incluso puedes incluir tu número de móvil. Al aprender la canción, tu hijo tendrá la información necesaria para ubicarte en caso de estar perdido.

    La búsqueda del tesoro

    Si tus hijos son muy pequeños, puedes colocar un pequeño papel, tatuaje temporal o trozo de cinta adhesiva con tus datos en algún lugar escondido que sólo el peque conozca, por ejemplo en la capucha de la chaqueta o dentro del zapato. Así, en caso de perderse, tu hijo podrá mostrar la información a quien le ayude.

    Juega a “y si…”

    A los peques les encanta imaginar historias… y eso puede servirte para que aprendan sobre esta temática. Plantea posibles situaciones y deja que tus hijos elijan cómo actuar. Poco a poco podrás ir ayudándoles y corrigiéndoles hasta que sepan exactamente los pasos a seguir si están perdidos.

    Como ves, las opciones son múltiples. Puedes también jugar con los muñecos a que uno se pierde y los demás deben buscarle, mirar juntos vídeos sobre seguridad en la calle, dibujar o ¡lo que se te ocurra!

    http://blog.educo.org

    ESCUELA

    Niños junto a la papelera

    Una escuela inclusiva es aquella que integra toda a diversidad social que llega al aula y es capaz de proporcionar a todos los alumnos la oportunidad de aprender

    Cuando Begonya Gasch, la directora de la Fundació El Llindar de Cornellà, le preguntó a aquel chico por qué no le gustaba la escuela, desvió los ojos y titubeó. Finalmente, dijo: “Es que siempre estaba al lado de la papelera”. Su capacidad expresiva no iba más allá, pero estaba claro que quería añadir: “Y me sentía como si en cualquier momento me fueran a arrojar a ella”. El Llindar nació en 2004 para acoger y educar a los expulsados del sistema educativo, a los señalados con la etiqueta del fracaso escolar. Por esta institución han pasado ya más de 3.000 alumnos, chicos que, como el que no soportaba estar siempre al lado de la papelera, corrían el riesgo de quedar en los márgenes, candidatos seguros a la exclusión social.

    Más allá de que todos tienen la misma edad, cualquiera que esté más de diez minutos en un aula podrá comprobar que no hay dos alumnos iguales. Cada niño tiene diferentes aptitudes y algunos arrastran limitaciones derivadas de una enfermedad o discapacidad. Otros llegan con pesadas mochilas invisibles en las que cargan, como si fueran piedras, las carencias sociales de partida, las que traen puestas de casa. Pero todos los alumnos están ahí para lo mismo: prepararse para la vida. Y todos tienen derecho a esperar que el sistema educativo les proporcione las máximas oportunidades de aprender. De ello dependerá su suerte en la vida.

    ¿Cómo conseguir una escuela inclusiva y un entorno educativo más allá del aula que trabaje por una sociedad inclusiva? Más que de igualdad de oportunidades hemos de hablar de equidad. No se puede tratar igual a los que parten de posiciones diferentes. La teoría está muy clara. Como dijo en una interesante jornada sobre educación inclusiva y diversidad organizada por la Diputación de Barcelona el profesor Gerardo Echeita, una escuela inclusiva es aquella que integra toda a diversidad social que llega al aula y es capaz de proporcionar a todos y cada uno de los alumnos la oportunidad de aprender y formarse hasta donde sus capacidades le permitan. Una escuela en la que todos, se sientan partícipes, valorados y estimados. Y cuando dice todos, no quiere decir la mayoría sino todos, desde el niño que tiene graves discapacidades, a los que se resienten de graves carencias sociales.

    ¿Es así nuestra escuela? Unas más y otras menos. El problema es que el modelo de escuela inclusiva no es hegemónico en la sociedad, y por tanto, tiene muchas dificultades para prosperar. En primer lugar, por las inercias de una cultura clasista que vuelve una y otra vez, la última en forma de LOMCE, con sus reválidas y sus barreras, que tiende a segmentar a los alumnos en función de unos resultados académicos estandarizados.

    Pero también por el auge de un nuevo discurso en el que, con la excusa de la búsqueda de la excelencia, se proponen diversas formas de segregación. Se trata de sacar del aula a aquellos alumnos que entorpecen la marcha de los demás. Según esta concepción, el mundo es una selva, y los alumnos se han de preparar, desde el parvulario, para competir ferozmente. Para este discurso, el fracaso y el abandono escolar no son tanto el resultado de unas condiciones sociales y estructurales modificables, sino un fallo personal del propio alumno por falta de capacidad o falta de esfuerzo. Es un discurso tramposo que permite culpar a las víctimas de la segregación social de su propio fracaso.

    Lograr una educación inclusiva exige cambios importantes, no solo dentro de la escuela, sino fuera, y ahí los municipios tienen mucho que aportar. En esta situación, en la que no se avanza, pero además cabe el riesgo de retroceso, a muchas familias que tienen niños con necesidades educativas especiales, o las organizaciones que trabajan con escolares que alcanzan el rendimiento deseable, se les plantea un difícil dilema: luchar por mantenerlos en la escuela ordinaria o derivarlos a un circuito especial que pueda trabajar con ellos de forma personalizada. La tentación del circuito segregado es fuerte. No tendrán el beneficio de integrarse en la realidad normalizada, pero puede ser más eficaz desde el punto de vista educativo y el niño puede sentirse más cómodo, más feliz.

    Pero si el objetivo a largo plazo es lograr una sociedad inclusiva, luchar ya por ella exigiendo esa inclusión en el aula ordinaria es una forma de avanzar hacia ella. Pensar en la felicidad del presente o transformar el mañana. Cuando el dilema incluye factores emocionales, la respuesta no puede ser unívoca. Si inclusión es, como dijo Begonya Gasch, conseguir tener un lugar en la vida, cada uno tiene derecho a tratar de llegar a ese lugar de la mejor forma que tenga a su alcance.

    Milagros Pérez Oliva

    http://ccaa.elpais.com

    REFLEXIONES

    El sufrimiento de chicos que no son adoptados por ser grandes

    Pablo tiene 12 años. Vive en un hogar de niños cuyas familias por diferentes motivos no pueden cuidarlos. Habla poco y sonríe por los ojos casi con miedo cuando llegan los voluntarios al hogar. Quiere ser bombero o policía. Aún no se decide. Tiene una temprana vocación de servicio, tiene buenas calificaciones en la escuela, tiene amigos, tiene sueños. Uno de ellos es que una familia lo adopte. Pero Pablo tiene 12 años. Y esa edad para muchas personas y parejas que quieren adoptar es un límite. Un muro.

    Aproximadamente el 90% de los inscritos en el Registro Único de Aspirantes a Guardas con Fines de Adopción se perfila por niños menores a un año. Es muy bajo el porcentaje que, al momento de definir el perfil adoptivo, lo hace por niños más grandes (aquellos de 4 a 12 años). En algunos casos es por miedo a que sea más difícil la vinculación, porque se piensa que es más el tiempo de vida del niño sin sus padres adoptivos que con ellos. Otros por inseguridad o desconocimiento.

    La cuestión es que los chicos grandes que están en situación de empezar una vinculación para ser adoptados son los más postergados y muchas veces ven cómo los más chiquitos que viven en el hogar con ellos se van antes con una familia. Pierden la esperanza y aparecen sentimientos negativos en un momento donde los procesos emocionales se deberían dar en el seno de un continente afectivo sólido. Más aún, los casos de los adolescentes con 15 o 16 años que divisan las consecuencias de un horizonte más cercano en la mayoría de edad: que el sistema de protección de derechos los expulse del hogar donde viven y tengan que valerse por ellos mismos. Crecer no debería ser una amenaza. Por lo tanto, por un lado, el sistema debería adelantarse a ese momento en que egresan en razón de mayoría de edad. Ayudar a tramitar con los chicos la familia que no fue y prepararlos para que puedan adquirir a tiempo la autonomía frente a la vida.

    Por otro lado, y sin llegar al punto en que los niños se convierten en adolescentes en los hogares, el desafío es trabajar con los matrimonios y las personas solteras que quieran adoptar sobre las expectativas y la idealización de la maternidad, la paternidad adoptivas y la formación de una familia. Brindar información de calidad para hacer caer miedos (muchas veces lógicos), derribar prejuicios y saber que no existen hijos biológicos ni adoptivos que cubran todas las expectativas de sus padres. Animarlos al desafío de criar hijos adoptivos más grandes que los que tuvieron en miras al inscribirse. Entender que 12 años de edad es contar con mucha vida que compartir con una nueva familia.

    Asimismo redefinir términos confusos. Que no es una "adopción tardía", como comúnmente se llama a la de un menor mayor de 12 años, porque no se llegó tarde a ningún lado. Por el contrario, a tiempo de cristalizar un derecho fundamental de los niños: que crezca en una familia que pueda brindarle los cuidados tendientes a satisfacer sus necesidades afectivas y materiales. La adopción es una herramienta que busca ese fin. Y el sujeto a proteger es el menor.

    El muro que separa a pretensos adoptantes y a niños y adolescentes de formar una familia no sólo está conformado por las edades. El 80% de los postulantes no acepta menores con complicaciones de salud.

    Redefinir los perfiles adoptivos a la hora de inscribirse permitirá que los niños encuentren una familia en menos tiempo, y que adoptar no demore tanto.

    Al igual que Pablo, hay muchos chicos más esperando padres o madres que deseen ahijarlos, dispuestos a poner todo su esfuerzo y amor para formar una familia.

    Juan Martín Morales

    Abogado especialista en adopciones

    www.infobae.com

    Vuestro duelo

    Hace algunos post, una persona me decía en un comentario que no se tiene que pasar un duelo de alguien que no ha nacido pero discrepo, discrepo porque la sociedad, desde el primer momento nos enseña que lo “normal” es tener hijos biológicos, además del gran factor social también está el factor biológico, instintivo en favor de la reproducción, más latente en unos o en otros pero existente y una prueba de ello son las nuevas formas de ser padres como la fecundación in vitro o la gestación subrogada. El simple hecho de pensar, venga de donde vengan las influencias, en un futuro hijo implica recurrir mentalmente a la biología en la mayoría de los casos y, aunque ese hijo que alguna vez imaginamos no llegue a nacer, ni si quiera a ser concebido, alguna vez estuvo en nuestra mente y eso, también requiere de un duelo que de una u otra forma afecta al hijo adoptado.

    A veces el duelo es tan solo no tener expectativas sobre quien en algún momento llegará a casa pero cuando el hijo biológico llega a ser concebido, hay abortos o fallecimientos de por medio, la cosa se complica, se complica incluso para el adoptado, especialmente en el último de los casos. No voy a ser yo quien niegue el dolor de alguien pero creo que no se puede ayudar a sanar la vida de nadie sin sanaros primero a vosotros mismos. La sociedad nos hace sentir a los adoptados como hijos de segunda clase y en los casos en los que los adoptantes no han sido capaces de superar el duelo esto se ve reforzado, aunque parezca que no nos damos cuenta, la actitud de alguien que no ha sido capaz de superar el duelo no deja de quedar reflejada en la actitud y en la forma de interactuar con los hijos.

    Es mucho más evidente la necesidad de un duelo cuando se producen uno o varios abortos o cuando se sucede un fallecimiento pero eso no implica que en los casos en los que no se puede llegar a la concepción no sea necesario un duelo, tal y como comentaba la persona que mencionaba al principio, pues aunque no haya existido concepción ha existido una ilusión, una imaginación previa de cómo sería ese hijo/a, las consecuencias de no realizarlo son difíciles de llevar al plano verbal pero es evidente que quedan reflejadas en la forma en la que se interactúa con el menor.

    https://unaadoptadamas.wordpress.com

    TESTIMONIOS

    "Cuando le preguntamos si quería ser nuestro hijo nos contestó: 'si no es con mi hermanito, no'"

    Uno de los chicos estaba en un Hogar, el otro había sido robado. Pablo y Juan lograron juntarlos y la Justicia les permitió adoptarlos. Años después, volvieron al Hogar y adoptaron a Yanina, una niña con microcefalia. En el Día del Padre, la historia de un matrimonio gay y sus tres hijos.

    Pablo y Juan estaban recién casados cuando llegaron a un Hogar de niños en Misiones. Hacía poco que habían empezado a pensar en la adopción y, mientras estaban conversando, un chico se acercó y les convidó tereré. David tenía 11 años y estaba atravesado por todas las formas de soledad: su mamá había muerto, su abuela lo había dejado a la deriva y alguien se había robado a su hermano. Pablo y Juan se fueron pero nunca pudieron dejar de pensar en él. Volvieron un tiempo después y le preguntaron a David si quería ser su hijo. David les contestó: "Si no es con mi hermanito, no". Pablo y Juan le prometieron que iban a hacer todo lo posible para encontrarlo y adoptarlos juntos. Y cumplieron.

    Hace cero grados y cae aguanieve en Río Grande, Tierra del Fuego. Pablo López Silva -52 años, docente y director de gestiones institucionales del municipio-, atiende el teléfono. Juan Castro (42), su marido desde hace cinco años, no está en casa. Sí están sus hijos y sus voces es escuchan de fondo. Lo interrumpen, le preguntan si tiene chicles primero, si tiene plata después. – No hijo, papá no tiene, preguntale después a papá.

    Hay parejas que se mueven con lentitud: calculan los riesgos y beneficios de cada paso que están por dar. No fue el caso de ellos. Se conocieron un domingo de diciembre de 2010 en el boliche Contramano. Pablo había llegado desde Río Grande y estaba haciendo una escala en Buenos Aires antes de viajar a Chaco a visitar a su familia. Se vieron al día siguiente y tomaron un jugo sentados en las escaleras de un supermercado. Dos meses después, Juan dejó su trabajo en una empresa de telefonía y se fue a Tierra del Fuego a vivir con él. A fin de ese año, se casaron.

    "Después del casamiento nos vinimos a Buenos Aires porque el padre de Juan nos había organizado la fiesta. Y no sé bien cómo, un día nos levantamos y planteamos esta pregunta: ¿y si en algún momento vemos si podemos adoptar? La verdad es que Juan siempre había querido formar una familia; yo no, no era una idea que tuviera incorporada", recuerda Pablo.

    Estaban pensando a dónde ir de luna de miel cuando llegó la noticia desde Chaco. La mamá de Pablo tenía un tumor en el pulmón con metástasis en la glándula suprarrenal. "Mi mamá murió al poco tiempo y fue todo tan caótico, estar casándote y al mismo tiempo enterrando a tu vieja, que yo le dije a Juan: 'necesito salir de acá'". Como ninguno conocía las Cataratas del Iguazú, compraron un paquete de último momento y se fueron.

    Iban en un remís a conocer las minas de Wanda cuando el chofer escuchó que ellos, en el asiento de atrás, hablaban de "adopción". Y les ofreció llevarlos al Hogar de niños "Piecitos colorados". Aún no lo sabían pero el objetivo del viaje, de repente, había cambiado. A la primera niña que conocieron fue a Betiana: una nena a la que se le había caído un brasero encima y tenía graves quemaduras en la cara. "Ahí nos informaron que todos querían adoptar a su hermano, que era sano y chiquito, pero no a ella por lo que le había pasado".

    Escuchar eso fue un shock: "Es que había algo que nosotros teníamos claro. El día que adoptáramos íbamos a adoptar al niño como fuera, sin condiciones. Ni con respecto a la edad, ni al estado de salud, ni a la estética. Si era 1 estaba bien, y si eran 2, 3, 4 hermanos, también. Yo pensaba: cuando tenés un bebé en la panza, para vos es tu hijo, venga como venga. ¿Por qué íbamos nosotros a poner condiciones?".

    Una traba judicial les impidió adoptar a Betiana (que tiempo después logró ser adoptada, junto a su hermanito, por una pareja de Hurlingham). Y en el proceso les hablaron de David y de su hermano, Batista. "Nos contaron que la madre había muerto y que la abuela los había tenido durmiendo prácticamente en la calle hasta que la Justicia se los sacó. Pero no sabíamos que estaban separados. David, el de 11 años, estaba en el Hogar. El más chico, de 9 años, había sido apropiado por una abogada, hermana de una jueza".

    Dice que conocieron a David y quedaron "enloquecidos". Y la segunda vez que fueron a pasar tiempo con él a Misiones, "David nos plantea ésto: era con su hermano o no era". De Batista, su hermano menor, sólo había una foto. Pablo y Juan le dijeron: "No te podemos prometer que lo vamos a lograr pero vamos a pelear con todo lo que se pueda para que vuelva a estar con vos". David sintió la contención y unos días después, mientras festejaban un cumpleaños, cortó un pedazo de torta y se lo acercó a Juan: "Para vos, papá", le dijo.

    El matrimonio volvió a Tierra del Fuego y un día recibió un mensaje que los llevó a la desesperación: "Hay otra familia que quiere adoptar a David". Y ahí se dieron cuenta de que tenían que moverse con urgencia para que no le dieran la adopción a otra familia y los separaran para siempre.

    Pablo viajó a Misiones, contrató un abogado e hicieron el pedido por los dos: por el niño que conocían y por el que no. Así fue que lograron que el juez citara a la mujer que se había apropiado de Batista. "Ese día fue hermoso porque los chicos se reencontraron, eran lo único que tenían y habían estado 9 meses sin verse", dice Juan. Cuando le preguntaron a Batista cómo estaba, repitió un discurso ensayado: "No quiero estar con mi hermano porque mi hermano me pega". Después, le contaron al juez que el nene tenía una nueva vida: iba a una escuela privada, tenía una casa con pileta y un potrillo de mascota.

    El juez entendió lo que estaba pasando. Y también escuchó lo que David contestó cuando le preguntaron qué quería él: que no lo separen de su hermano. Y un día, después de semanas eternas, el juez llamó. Dijo que había decidido que los chicos iban a estar juntos. Y que había decidido, también, que Juan y Pablo iban a ser sus nuevos padres.

    "Y así nos volvimos, los 4 a Tierra del Fuego". Los chicos eran grandes pero casi no habían ido a la escuela. David, con 11 años, entró a segundo grado. Batista, con 9, a primero. "Batista avanzó tan rápido que el año pasado fue escolta de la bandera", dice su papá. Los padres tuvieron una sentencia favorable en el juicio de adopción y se convirtieron en el primer matrimonio de varones del país en obtener la tenencia total de dos niños judicializados.

    Pero ese no iba a ser el final de la historia. "Todos los años llevamos a los chicos a Misiones para que no pierdan contacto con una hermanita biológica que tienen allá. Y también para que le lleven una flor a su mamá", sigue Pablo. Hace dos años, en uno de esos viajes, fueron de visita al Hogar y volvieron a ver a Yanina, una nena a la que habían visto muchas veces pero que, en ese momento, tenía otra particularidad: era la única que quedaba. El resto de los chicos ya estaba con una familia.

    "Yani tenía 11 años y había nacido con el Síndrome Alcoholítico Fetal, una enfermedad que heredó de su mamá, que era alcohólica. Suponemos que había nacido prematura, y por todo eso tiene microcefalia y un retraso madurativo. La madre había muerto a causa del alcohol y ahora que ya no tenían con quién revincularla estaba en estado de adoptabilidad".

    Y así, otra vez, los López Castro llegaron al juzgado y se ofrecieron a ser sus padres. Fue la jueza la que llamó para preguntarles si el deseo era real. Dijeron sí y poco tiempo después, volvieron a buscarla. Hoy Yanina tiene 13 años y va a quinto grado de una escuela común. Lentamente empezó a alfabetizarse. Los varones de la casa son nuevos en su rol de hermanos pero son conocidos de la vida. Habían sido, por año, sus compañeros de Hogar.

    Así, a diferencia de lo que eligen la mayoría de las parejas anotadas en el registro de adopción -piden bebés, sin hermanos y sanos-, Pablo y Juan fueron por una vía paralela: adoptaron chicos grandes, con hermanos, y uno de ellos con discapacidad. ¿Por qué?

    "Creo que uno debe replantearse qué es lo que está buscando: si está pensando en satisfacer su necesidad de ser padre o ver qué le puede ofrecer a un chico que está esperando una familia. Me imagino lo que debe ser la vida de un niño que está esperando ser elegido, pensando que para que lo elijan tiene que ser chiquito, no tener hermanos y no tener ningún problema de salud ni estético. Debe ser terrible", piensa Juan.

    Y cierra: "Yo sé que hay quienes piensan 'chicos grandes no porque ya tienen una historia, tienen sus mañas'. Pero a ver: nosotros también somos grandes y los chicos también tienen que chuparse nuestras mañas y nuestra historia. La verdad es que nosotros hoy no concebimos la vida sin ellos, sin ser sus papás. Y lo que les puedo decir a quienes ponen condiciones para adoptar es que no se pierdan esta oportunidad de transitar juntos. Uno no nace papá, la paternidad se va construyendo, y se construye con ellos".

    Gisele Sousa Dias

    www.infobae.com

    La infancia invisible que está disponible para la adopción

    Somos Gabriela y Gaston. Adoptamos a A. teniendo 39 y 35 años respectivamente. El nene tenía 10 años en ese momento, hoy tiene 12. Esto fue en la Ciudad de Buenos Aires. Tras varios intentos para tener un hijo biológico, en el 2013 comenzaron a pensar en adoptar.

    Gabriela y Gastón manifestaron: “Salimos de ese ‘mantra’ que se repite habitualmente que dice que ‘es imposible, demora como diez años, el papelerío es inmenso’ y vimos que detrás, había una realidad a la que muy pocos se asoman. La gran parte de los niños en adopción andan transitando su segunda infancia, algunos son grupos de hermanos y pueden tener problemas de salud de leves a complejos y son invisibles para el ojo de quienes buscan adoptar. No porque se los oculte, sino porque ese ojo hay que abrirlo con mucho trabajo interno, con saber dónde está puesto el deseo, cómo y para qué buscamos ser padres. Ese es el trabajo inmenso de la adopción, no el papelerío y la burocracia".

    “Al transitar el camino entendimos que nuestro deseo era ser una familia, no un embarazo o un bebé únicamente y entramos a transitar ya pensando en niños de hasta seis o siete años. Durante el trabajo y las entrevistas, extendimos esa edad hasta nueve años y bajamos de tres a dos niños (es esencial evaluar lo que realmente podemos y lo que no, este fue un claro ejemplo). Mirábamos niños y nos dábamos cuenta de qué pequeños eran a esas edades y nos imaginábamos siendo papás de miles de formas distintas”, recordaron.

    “En junio de 2015 nos llamaron de un juzgado. Fuimos y volvimos a charlar de nosotros y nuestras posibilidades. Cuando el juez concluyó las entrevista nos preguntó si estábamos dispuestos a adoptar a un niño de 9 años (que en realidad tenía 10). Nos miramos apenas y a dúo dijimos que sí. ‘Entonces les voy a contar la historia de A.’... Y así empezamos a ser padres”, dijeron.

    “Llevamos dos años de conocernos, ahijar, ‘familiar’ no es sencillo. Pero es posible y tiene muchos costados difíciles y otros maravillosos, inexplicables. Como muchas personas dicen, los niños más grandes traen ‘mochila’, pero tenemos que recordar que nosotros traemos ‘mochilón’", aseguraron.

    www.diariodemocracia.com

    Estereotipos

    La sociedad ve de una forma la adopción muy distinta a como la ve el adoptado y los adoptantes, es por ello que a lo largo de la vida me he encontrado con frases o expresiones extendidas que se repiten más allá de grupos concretos por eso este post de estereotipos desde el punto de vista del adoptado.

    Tus padres son tus padres: Si, esto lo repiten mucho, sobre entiendo que quieren decir que mis padres son mis padres adoptivos, aunque en cualquier momento podría darles la razón por la forma de expresarlo y decir que si, que mis padres son mis padres, los que yo, como cualquier adoptado/a considere como tal. Somos los adoptados quienes debemos decidir quiénes son nuestros padres y a quien llamar papá y mamá, no los adoptantes ni el resto de la sociedad.

    ¿Bueno pero eso en qué influye en tu vida?: Esta es de las típicas preguntas que solo puedes responder con otra pregunta ¿en todo?

    Entonces, ¿de qué país eres?: Esta es la pregunta por excelencia de quien no sabe que la adopción nacional existe para quien tiene características físicas típicas europeas. “He dicho que soy adoptada no inmigrante, existen las adopciones nacionales e internacionales, como dato”

    Tienes que estar agradecida: ¿Por qué tengo que estar agradecida? Por no tener a mis padres biológicos conmigo, por tener condicionada mi forma de ser por la forma en la que empezó mi vida (mis miedos, inseguridades, autoestima…) ¿o quizá sea por tener lo mismo que tu materialmente por lo que tengo que estar agradecida?

    Bueno, mi madre tampoco me quería, llegué de penalti: ¿Te he dicho acaso que mi madre no me quisiese? Solo te he dicho que soy adoptada no que no me quisiese mi madre

    ¿Por qué quieres buscar a unos padres si ya tienes a unos? Porque es mi historia e igual que a la especie humana le interesa conocer la historia de la evolución de la humanidad hasta llegar a donde estamos yo quiero conocer la historia de mi vida hasta donde estoy

    Yo también necesito un psicólogo, que suerte que lo tengáis gratuito: Cri cri cri (Mejor te lo digo con la mirada) ??

    Ese es solo tu caso pero no el del resto de adoptados: Bienvenidos al mundo real de los adoptados porque esta se lleva la palma, no solo porque lo diga la sociedad en su conjunto sino entre otras personas también los adoptantes. Si, cada vida es distinta, cada historia es distinta y cada percepción de la vida es distinta pero hay patrones que se repiten en todos los adoptados, si no fuese así, queridos, no tendríais tanta información en internet. Venga un besi a todos los que piensan así ??

    unaadoptadamas.wordpress.com

    FAMILIAS

    Las nuevas familias: ensambladas, homoparentales, monoparentales y de adopción múltiple

    La visibilidad y la mayor aceptación ponen en el centro de la escena a las familias diversas, que se construyen con una estructura no convencional y que vinculan a padres e hijos con transparencia y solidez

    Cuatro casos de familias con estructuras que rompen con los paradigmas: una familia ensamblada, una de matrimonio igualitario, una familia monoparental y otra de adopción múltiple. Todos comparten con sus hijos la crianza, el aprendizaje y los valores de unidad y tolerancia.

    Martín Canevaro y Carlos Álvarez Nazareno fueron una de las primeras parejas que accedieron al matrimonio igualitario en el país. Carlos tiene dos hijas de una relación previa al matrimonio con Martín. Los cuatro, como familia, comparten el cariño y una relación transparente que los mantiene unidos frente a todo.

    Carlos afirmó que antes no se veía este paradigma de familia. "El matrimonio igualitario trajo esa idea de constituirnos como familia. Hay una cuestión de prejuicio del mundo de los adultos. Somos todas familias diversas. Hoy por hoy, los niños se sienten empoderados de decir que sus papás son gays o trans. Si uno vive su afectividad de manera normal, los niños lo perciben", manifestó.

    Una multitud de vacaciones

    Ricardo Cavana y Pilar Arce se llevan años de diferencia: él tiene 59 y ella, 31. Ambos tuvieron sus respectivas familias antes de conocerse; ella es madre de un adolescente y él es padre de tres chicos.

    "Somos un ensamble cronológico. Hace dos veranos coincidimos todos: mi primera ex con su pareja, mis hijos con sus parejas y mi actual mujer. No hay ninguna rareza, somos una familia gigante", señaló Ricardo. "Está bueno que se pueda integrar al chico entre los adultos, es lo que más disfruto", contó Pilar.

    El vínculo que no se corta

    Giorgina Chaar y Carlos Rial querían ser padres pero no podían de manera natural; realizaron tratamientos y paralelamente se anotaron en una lista de adopción.

    "Hace once años que queremos ser papás, se buscó de manera natural y se complicó. A la par de tratamientos nos anotamos en una lista de adopción. La idea era anotarnos para tres y nos costó casi diez años", contó Giorgina y agregó que en 2014 los llamaron del juzgado con la posibilidad de adoptar a tres niños.

    "Eran seis hermanos y nos pidieron que continuaran el vínculo. Hoy ya forman parte de nuestra familia los papás de esos hermanos", sostuvo la mujer.

    Cuando el deseo de ser madre es más fuerte

    Ana Claudia Cevallos estuvo varios años en pareja, se casó pero no logró formar una familia y decidió ser madre sola, aunque no tuviera pareja. "Siempre quise ser mamá , desde muy chica. Estuve casada y no pudo ser la maternidad en conjunto, luego decidí ser mamá aunque no tuviera apareja", recordó Ana y añadió: "Después de varios intentos nació mi hijo. Hoy tengo alguien que me espera, que necesita de mí y yo necesito de él, es fantástico", indicó entusiasmada.

    www.lanacion.com.ar

    DISCRIMINACIÓN Y RACISMO

    “Me siento en la obligación de estar demostrando que no soy un delincuente por ser negro”

    En las venas de Ebenezer Mengu Chua, las fronteras se difuminan y los continentes se abrazan. Sus ojos rasgados y su tez morena hablan del crisol genealógico que conforma su ascendencia china, filipina, japonesa y camerunesa. Sin embargo, la variedad de sus raíces no le hacen extranjero, él nació en España hace treinta años y desde entonces vive en Madrid. Pese a ello, Ebenezer conoce muy bien lo que sienten muchas personas extranjeras en territorio español, pues con frecuencia se ve expuesto a constantes identificaciones, interrogatorios y registros policiales. En lo que va de año 2017, ha tenido que identificarse ante la Policía Nacional 10 veces, y en el año 2016 el número de identificaciones ascendió a 30.

    “Una de las últimas veces que me paró la Policía en el metro, me cachearon y me registraron, vaciaron toda mi mochila. Las personas que esperaban en el andén se pararon a mirar. Entre ellas, reconocí a una clienta de la tienda en la que trabajo. Es difícil describir cómo uno se puede sentir en ese momento. Cada vez que me paran me siento como un delincuente y ese sentimiento te lo llevas para el resto del día, o toda la semana” -comenta Ebenezer con evidente signos de frustración.

    Desde hace diez años, las identificaciones policiales se han convertido en una circunstancia habitual en la vida de éste joven. Sin embargo, la situación ha ido en aumento en los últimos tiempos: “El año pasado decidí contar las veces que me tuve que identificar y sumé un total de 30 veces. En el mismo día me han llegado a parar dos veces en cuestión de minutos. Por ejemplo una antes de subirme al tren, en Torrejón, y otra al bajarme del tren, en Sol. El 90% de las veces que me encuentro con la Policía en alguna estación, me paran. De hecho, en ocasiones ya tengo el DNI en la mano antes de que me lo pidan, y efectivamente, en cuanto paso cerca de ellos, me lo piden.”

    Ebenezer se angustia al salir de casa. Siente un nudo en el estómago cada vez que tiene que coger el transporte público, ya que es allí donde se producen la mayor parte de las identificaciones. Cuando sale de casa, en ocasiones llega a evitar calles y espacios donde cree que puede estar la policía, aunque eso le suponga llegar más tarde a su destino o tomar trayectos no deseados. Comenta estar acostumbrado a las identificaciones, y que la situación ha ocurrido tantas veces que hace tiempo dejó de generarle nerviosismo, pero no se acostumbra a ese sentimiento de culpabilidad infundada ni a la humillación que para él supone esta situación:

    “Me siento con la obligación constante de estar comportándome de forma excepcional para que nadie tenga ningún motivo que le lleve a pararme y pedirme la documentación. Pero da igual lo que yo haga o no haga, me paran. En varias ocasiones he llegado tarde al trabajo por esta situación y, sin embargo, me muestro colaborativo y amable porque me siento en la obligación de estar demostrando que no soy un delincuente por ser negro”.

    A las consecuencias emocionales también se suman las consecuencias económicas. Ebenezer comenta que ha empezado a pedir el número de placa para tener constancia de las veces que le paran. Sin embargo, comenta que en varias ocasiones la petición del número de placa no sienta del todo bien a los agentes: “Recientemente, el mismo policía me paró dos veces en la misma semana, además casualmente la identificación se produjo en ambas ocasiones en el mismo sitio: la estación de Atocha. En la segunda ocasión, al comentarle que ya me había identificado días antes, me contestó que no lo recordaba. Sin embargo, al pedirle el número de placa comentó que sí me recordaba y que me llegaría una multa de la vez anterior. Finalmente, a mi casa llegaron dos multas administrativas, correspondiente a los dos encuentros con este agente. En ninguna de las ocasiones mi conducta fue sospechosa o agresiva. Tan solo les pregunté por su número de placa”.

    Ebenezer deberá pagar un total de 200 euros por las multas. La presunción de veracidad de la policía le permite poco margen de acción para recurrirlas. La situación no resulta muy esperanzadora teniendo en cuenta que no deja de repetirse constantemente:

    “Tengo la sensación de que nunca me van a dejar en paz. Normalmente cuando pregunto por qué me paran, me responden que se trata de un control rutinario. Pero si fuera rutinario no me pararían a mí siempre. Es muy raro ver a un policía pedirle a un hombre blanco que se identifique. Cuando a mí me paran casi siempre soy el único negro del lugar en el que ocurre la identificación”.

    En ocasiones, percibe cierto asombro por parte de los agentes al descubrir que su DNI es español. Y le incomoda sobremanera que con frecuencia, a la identificación se sume un interrogatorio que invade su privacidad:

    “No en pocas ocasiones me preguntan hacia dónde me dirigía o con quién me iba a encontrar, incluso de dónde vengo. ¿Por qué tengo que exponer mi vida de esta manera? Termino sintiéndome como un delincuente sin serlo. Me siento ajeno. No me siento español ¿cómo sentirme español si me están tratando de esta manera?”

    La gran cantidad de veces que le han pedido la documentación ha derivado en un amplio abanico de múltiples experiencias desagradables e incómodas. Alguna de ellas se han quedado grabadas a fuego en su memoria:

    “Una vez, iba cruzando la carretera y un coche me dejó pasar. Casualmente se trataba de un coche de la Policía Nacional. Cuando terminé de cruzar la calle dos agentes se bajaron y comenzaron a interrogarme. Me pidieron la documentación y comenzaron a registrarme. Uno de los agentes era una chica que estaba aprendiendo y el otro agente le iba dando instrucciones de cómo debía registrarme e interrogarme. Era pleno invierno y hacía mucho frío, me vaciaron la mochila, me cachearon, me quitaron los guantes y la gorra. El policía le iba dando instrucciones a su compañera. Sentí que me estaban utilizando para practicar, me sentí como un conejillo de indias”.

    Sin embargo, comenta que el estigma está presente en otros ámbitos de su vida: “Muchas personas apartan su bolso cuando me ven, esa situación me ocurre prácticamente a diario. Cuando voy por la calle y es de noche , si me encuentro con otras personas caminando en mi sentido, cruzo la acera para que no se sientan incómodas. Prefiero apartarme yo a percibir algún gesto de rechazo o miedo. Siento que me perciben peligroso, y tengo la presión constante de demostrar que no lo soy”.

    Al parecer, cuando se acerca Ebenezer con su piel oscura, con sus ojos rasgados y cuatro continentes recorriendo sus venas, el peligrosímetro despierta todas las alarmas policiales y sociales. Lastimosamente y de forma prácticamente imperceptible, florecen los prejuicios, el estigma: la frontera.

    Paola Cerviño

    http://esracismo.com

    SALUD

    Quítale el móvil al niño

    El trastorno de déficit de atención afecta a un creciente número de niños, y abre el debate en torno a los sobrediagnósticos

    La atención es la ventana a través de la cual el cerebro se asoma al mundo que le rodea. Cuando el niño nace, apenas es capaz de dirigir su interés hacia el mundo exterior. Inicialmente sólo presta atención a sus propias sensaciones llorando cuando tiene hambre, sueño, frío o se siente solo. Poco a poco comienza a fijarla en el pezón de la madre que destaca como una forma más oscura en el horizonte. A partir de ahí comienza un largo viaje en el que el niño va aprendiendo que atender ciertos estímulos conlleva una serie de beneficios.

    A las pocas semanas el niño reconoce con facilidad objetos que emiten ruido o se mueven; por eso los sonajeros captan su interés. Los padres hacen todo tipo de carantoñas con juguetes o con las manos para dirigir su atención, de ahí los cinco lobitos. Pero también comienzan, de manera instintiva a ayudarle a fijarla en estímulos inmóviles. Primero un árbol que mece sus hojas con suavidad, luego una foto en la que sale junto a su mamá y, más adelante, un cuento en el que casi no pasa nada.

    Así, el niño comienza a desarrollar una habilidad tremendamente compleja, que es la de controlar la propia atención y dirigirla no sólo a aquellos estímulos que se mueven, sino también a aquellos que están más quietos o son más aburridos. De esta forma crecerá siendo capaz de atender a su profesor, aunque el compañero de al lado esté haciendo el tonto. Aprenderá a abstraerse con el libro que lee, aunque una mosca lo sobrevuele, y llegará a ser capaz de concentrarse al volante, a pesar de que la carretera sea una larga recta y su cerebro esté cansado.

    Dominar la atención y ser capaz de eliminar otros estímulos que intentan distraernos es una habilidad que ofrece múltiples ventajas. Nos permite concentrarnos en lo que realmente queremos o deseamos, detectar detalles y matices que otros pasan por alto, aprender idiomas con más facilidad, persistir en nuestras metas hasta alcanzarlas o reducir los niveles de estrés.

    Desde hace años vivimos un auténtico auge de un diagnóstico que provoca sufrimiento entre los más pequeños: el trastorno por déficit de atención (TDA). Desde los años setenta hasta 2010, el número de niños diagnosticados en Estados Unidos se multiplicó por siete. Desde 2000 hasta 2012, el número de recetas expedidas en Reino Unido para tratar este trastorno cognitivo se multiplicó por cuatro. Los factores que han provocado esta alza son muchos y complejos. Por una parte, la sensibilización de los pediatras ha hecho que se detecten con más eficacia. Por otra, la posibilidad de diagnosticarlo a partir de los tres años (en lugar de a los seis años) ha sido otro motivo para el aumento de la prevalencia.

    Sin embargo, también hay otras razones que son más difíciles de entender. La más preocupante de todas ellas es el sobrediagnóstico: los expertos más alarmistas estiman que como mucho un 4% de la población infantil podría sufrir este trastorno y, sin embargo, la realidad es que un 10% de los niños en nuestro país tomarán medicación para el TDA en algún momento de su vida escolar.

    Las razones que llevan al sobrediagnóstico parecen ser muchas. Los padres pasan menos tiempo con los hijos y esto parece interferir en el desarrollo de habilidades como el autocontrol o la capacidad para sobrellevar la frustración. Los colegios tienen menos paciencia con los alumnos difíciles o que no están tan motivados para aprender, en muchos casos presionados por los resultados académicos de la escuela en su conjunto.

    También nos encontramos con la intrusión de las nuevas tecnologías en el cerebro en desarrollo de nuestros hijos. Desde los años ochenta sabemos que más tiempo frente al televisor se traduce en menos paciencia y autocontrol, peor desarrollo madurativo de la atención y mayores tasas de fracaso escolar. La razón es muy sencilla, cuando el niño juega, dibuja o interacciona con sus padres o hermanos, su cerebro debe dirigir la atención voluntariamente a aquellos estímulos o personas con los que interacciona. Cuando se sienta frente al televisor es la tele la que atrapa el interés del niño y hace todo el trabajo.

    Por eso nos gusta ver la tele y engancharnos al móvil, no porque estimulen nuestro cerebro, sino porque nos entretienen, nos relajan. Hoy, los dispositivos móviles se utilizan para distraer al niño cuando se tiene que concentrar en terminar una papilla. Para entretener al niño cuando tiene que esperar en el pediatra. Para despistar al niño cuando tiene que esforzarse en ponerse el pijama al final del día. Con este tipo de estrategias parece sensato que el cerebro aprenda que cada vez que tiene que esforzarse, concentrarse o esperar quieto…, tiene permiso para distraerse.

    Sin lugar a dudas estamos educando niños menos pacientes, menos atentos y con menor capacidad de esfuerzo, reflejo de una generación de padres menos pacientes y que damos menos valor a hacer las cosas despacio.

    Todo ello lleva a que muchos niños sean llevados a un especialista que observa en él todos los síntomas necesarios para el diagnóstico: poco autocontrol, distracción o falta de motivación. En el caso de muchos niños el diagnóstico y el tratamiento son acertados. Para muchos otros, creemos, el trastorno por déficit de atención es un estigma de una sociedad que va demasiado deprisa para educar despacio.

    Algunos niños, con ayuda de sus padres, profesores o terapeutas van desarrollando habilidades cognitivas como un mayor autocontrol o paciencia que permiten reducir y compensar las dificultades atencionales. A medida que se hacen mayores suelen preferir y encajar bien en trabajos que les permiten moverse y hacer cosas diversas a lo largo del día.

    Pero pueden seguir existiendo desafíos en la vida cotidiana. Muchos los encuentran cuando tienen sus propios hijos y la paciencia, el orden o la organización vuelve a ser un elemento adaptativo fundamental. Algunos adultos con dificultades de atención no experimentan ninguna dificultad en su vida cotidiana, otros se regulan gracias a la medicación y un tercer grupo sufre muchas de estas dificultades pero no tiene ni idea de que el origen esté en una alteración de sus procesos atencionales y ejecutivos, ni conoce cómo compensarlos.

    Álvaro Bilbao

    Neuropsicólogo

    http://elpais.com

    ADOPCIÓN Y ACOGIMIENTO EN LAS COMUNIDADES

    Aragón

    Aragón pagará hasta 7.200 euros al año a familias dispuestas a acoger niños. Lo cobrarán por el mero hecho de estar acreditadas oficialmente como familias de acogida. Será un importe por disponibilidad, que se incrementará cuando la Administración les asigne menores a su cargo

    Un mínimo de 2.190 euros y un máximo de 7.200 al año. Es lo que el Gobierno aragonés pagará a las familias que estén dispuestas a acoger niños que, por circunstancias de la vida, quedan temporal o permanentemente bajo responsabilidad de la Administración autonómica.

    El Ejecutivo autónomo acaba de actualizar las compensaciones económicas para las familias de acogida. Las que se regían hasta ahora fueron fijadas hace más de 20 años, en una orden dictada por el Gobierno regional en noviembre de 1996.

    Eso hacía necesario poner al día los importes, más aún en un momento en el que el Gobierno de Aragón quiere aumentar el listado de familias acreditadas para acoger niños, de las que la Administración echa mano cuando necesita dar un hogar temporal o permanente a menores.

    El registro oficial de familias de acogida del Gobierno aragonés ronda actualmente la treintena. El objetivo de las autoridades autonómicas es incrementar esa cifra, porque sigue siendo insuficiente. Más de 250 niños están actualmente en situación de desamparo bajo responsabilidad del Gobierno aragonés, y para la inmensa mayoría no hay familias de acogida a las que poder asignárselos. Esto es lo ideal, porque hace que el menor tenga un entorno de hogar que cubra mejor sus necesidades emocionales y afectivas. Acutalmente, de esos más de 250 niños a cargo de la Administración aragonesa, la inmensa mayoría (unos 180) tienen que estar en centros porque no hay hogares de acogida donde poder atenderlos.

    Acreditación oficial

    Para constar reconocida como familia de acogida a estos efectos, los hogares voluntarios han de superar una serie de estudios e informes previos para confirmar su idoneidad y someterse a una serie de trámites e incluso programas de formación.

    Superados todos los trámites, cuando la Administración da el visto bueno definitivo, pasan a estar acreditadas oficialmente como familias de acogida.

    Los nuevos importes

    Eso significa que esos hogares, mientras cuenten con esa acreditación, deben estar disponibles para hacerse cargo de menores cuando la Administración se lo requiera. Y, solo por esa disponibilidad, a partir de ahora dichas familias percibirán un mínimo de 2.190 euros al año (a razón de un mínimo de 6 euros diarios), que puede llegar hasta los 7.200 euros según una serie de parámetros de valoración oficiales.

    Esto son cantidades que percibirán cuando esas familias no tengan menores a su cargo. Cuando acojan niños, las cuantías que les abonará la Administración serán superiores, según cada caso. Así, la cuantía básica por acogimiento pasa a queadr fijada en 11,66 euros por menor y día, que se eleva a 23,32 euros si se trata de una acogida de urgencia.

    Además, se establecen complementos añadidos a esas cuantías. Así, cuando el menor acogido tenga algún grado de discapacidad, se añadirán entre 15,39 y 17,37 euros. Otro complemento será el de kilometraje, para cubrir las necesidades de desplazamiento que presente el menor por su situación personal. En este caso se abonarán entre 50 y 200 euros mensuales, según las distancias que la familia de acogida tenga que recorrer cada mes con el menor a su cargo. Asimismo, se establecen también complementos económicos para el hogar de acogida en función de los gastos que conlleven otro tipo de servicios especializados que se le tengan que presetar al menor, caso de apoyo escolar.

    Según destaca el Gobierno aragonés, todas estas cuantías en ningún caso están previstas para beneficiar económicamente a la familia de acogida, sino para compensarles en los gastos que le ocasiona hacerse cargo de un menor que haya quedado bajo la responsabilidad de la Administración. «El objetivo es asegurar que las necesidades del menor acogido sean cubiertas en su totalidad y adecuadamente», indican desde el Ejecutivo autónomo.

    La acogida de urgencia se prolonga entre tres y seis meses. La temporal llega hasta los dos años. Y también hay casos de acogidas permanentes.

    Baleares

    Los ciudadanos de Mallorca que quieren adoptar a un hijo saben que se enfrentan a años de espera y a una larga tramitación. En la actualidad, si la adopción es nacional la espera es de entre 7 y 9 años, si por contra, se opta por la adopción internacional la espera es algo más breve, de entre 2 y 4 años.

    Así lo explica la consellera de Benestar i Drets Socials y presidenta del Institut Mallorquí d’Afers Socials (IMAS), Margalida Puigserver, reconociendo que los largos años de espera desanima a muchas personas a la hora de optar por la adopción.

    El departamento insular que dirige Puigserver es el encargado de gestionar la adopción nacional, la internacional, el programa de búsqueda de origen (mayores de 18 años que han sido adoptados y quieren saber quiénes son sus padres biológicos) y el programa esperanza para la adopción de menores con necesidades especiales.

    Puigserver explica que muchas familias optan por la adopción internacional porque los años de espera son menores, pero, se encuentran con que muchos países han optado por cerrar fronteras y cada vez son menos los menores que pueden llegar a la Isla por esta vía.

    Castilla La Mancha

    El Gobierno de Castilla-La Mancha prepara un nuevo modelo de Acogimiento Familiar de menores que actualice su metodología y la adecue a los cambios que ha experimentado la sociedad actual y a las necesidades de los menores que cuentan con alguna medida de protección por parte de la Administración regional.

    Así lo ha anunciado la consejera de Bienestar Social, Aurelia Sánchez, que ha participado en una jornada de trabajo con responsables de las áreas de Familias y Menores de la Consejería, en la que ha intervenido el catedrático de Métodos de Investigación y Diagnóstico de la Universidad de Barcelona, Pere Amorós, que colaborará en esta revisión del programa, ha informado la Junta.

    Aurelia Sánchez ha precisado que el punto de partida será realizar un diagnóstico de la situación actual del programa, en colaboración con los profesionales de las direcciones provinciales y de las entidades colaboradoras. A continuación se trazará un plan de mejora que abordará desde la metodología de valoración hasta la formación continua de los profesionales que trabajan en el programa, tanto empleados públicos como de las entidades colaboradoras.

    "El objetivo es brindar un apoyo más eficaz a los menores que tienen algún tipo de protección por parte del Gobierno de Castilla-La Mancha", ha señalado la consejera, que recuerda que otro objetivo es el de mejorar igualmente el soporte profesional que reciben las familias "porque eso redundará en beneficio del menor o la menor que se encuentre en acogida".

    Actualmente son 1.075 los menores tutelados por la Administración regional, de los que aproximadamente el 40 por ciento se encuentran en acogimiento residencial, el 54 por ciento se encuentra en hogares de familias de acogida y el resto en guarda con fines de adopción. La bolsa de familias de acogida en Castilla-La Mancha, formada por unas 440 familias, se verá incrementada gracias a una campaña de captación que se lleva a cabo actualmente en la región.

    Este plan de mejora con el asesoramiento del catedrático Pere Amorós será fruto de un convenio de colaboración entre la Consejería de Bienestar Social y la Universidad de Barcelona.

    Pere Amorós Martí es catedrático de Métodos de Investigación y Diagnóstico en Educación de la Universidad de Barcelona, además desde 1995 es director del Grupo de investigación GRISIJ, de investigación sobre intervenciones socioeducativas en la infancia y la juventud, grupo consolidado y reconocido por la Generalitat de Cataluña.

    Cataluña

    El número de adopciones, tanto nacionales como internacionales, sigue cayendo en picado en Cataluña, con un descenso de más del 50% desde 2012, según datos del Departamento de Trabajo, Bienestar Social y Familias, que prevé levantar este año la suspensión transitoria dictada en 2011 para valorar a nuevas familias solicitantes.

    Los niños adoptados por familias catalanas mediante adopción internacional el año pasado fueron un total de 139, casi la mitad de los 251 que se adoptaron en 2013, año desde el cual ha ido descendiendo paulatinamente el número de adopciones: 180 en 2014, 159 en 2015 y 139 en 2016.

    Del mismo modo, las solicitudes para adoptar niños de Cataluña que se han presentado baja cada año desde 2012, cuando se presentaron 366 solicitudes, que pasaron a 314 en 2013, 237 en 2014, 190 en 2015 y 165 el año pasado.

    En cuanto a las solicitudes para adopciones internacionales, la Generalitat registró 320 solicitudes el año pasado, la mitad de las 650 que hubo en 2012, mientras que en 2013 se presentaron 504, en 2014 fueron 400 y en 2015 hubo 378.

    Actualmente hay 115 familias en lista de espera para adoptar a un niño de Cataluña, algunas esperando desde 2009, según los datos facilitados por la consellera de Asuntos Sociales y Familias, Dolors Bassa, en una respuesta parlamentaria.

    Si en 2012 había 782 familias en lista de espera, en 2013 eran 581, en 2014 había 388 y en 2015 bajaron a 248, aunque ahora hay otras 847 familias que han solicitado adoptar un niño catalán y están pendientes de que pueda iniciarse el proceso de formación y valoración de su idoneidad para adoptar.

    También ha caído en picado el número de familias que esperan en Cataluña un niño en adopción internacional: de las 2.315 que había en 2012 se ha pasado a 804 en 2016, según los mismos datos.

    Igualmente han bajado, aunque más moderadamente, el número de niños que han ido a vivir con una familia adoptiva en Cataluña al pasar de 84 niños en 2013 a 73 el año pasado.

    La consellera Bassa informa de que el perfil de niño que las familias piden en los procesos de adopción en Cataluña es, en un 88% de los casos, de un menor hasta 6 años sin problemáticas físicas o psíquicas, y un 12% se ofrecen para niños con necesidades educativas especiales, y de éstos últimos un 5% piden niños a partir de 7 años, un 10% niños con enfermedad crónica, un 30% menores con disfuncionalidad física o psíquica y un 55% se ofrecen para adoptar grupos de hermanos.

    Aunque la Generalitat apenas desestima peticiones de adopción, la consellera Bassa ha reconocido que el año pasado emitieron cuatro resoluciones de no viabilidad, básicamente por motivos médicos.

    Bassa recuerda que desde julio de 2011 está vigente la suspensión transitoria de los procesos de valoración de solicitudes de adopción de niños de Cataluña, aunque "con la previsión de necesidades de nuevos núcleos familiares formados y preparados para una adopción", prevé que durante este año 2017 "podamos empezar a valorar las primeras familias que presentaron su solicitud después de la publicación de la suspensión transitoria".

    De hecho, sin embargo, el número de niños que anualmente inician convivencia con familia adoptiva ha ido disminuyendo progresivamente durante los últimos años, ya que las cifras de niños propuestos para adopción es menor año tras año y, por tanto, las familias que ya estaban valoradas como idóneas han visto como se alargaba el tiempo para recibir una propuesta.

    Cuando se levante la suspensión transitoria de valoraciones, la Generalitat contactará con las primeras familias, a las que pedirá la documentación para iniciar el proceso y empezar la formación y valoración de su idoneidad.

    Bassa afirma que "el grueso de familias que actualmente están pendientes de una adopción se sitúa en el ámbito de la adopción internacional, mas que en la adopción de niños de Cataluña".

    También reconoce que "en la adopción de niños de Cataluña, el tiempo de espera se ha alargado mucho y ello ha comportado situaciones familiares que durante este tiempo han vivido cambios" por lo que su departamento actualiza cada tres años los informes psicosociales.

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